Por Fadlala Akabani Hneide
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Ideologías políticas al servicio del imperialismo anglosajón, el sionismo y el neoliberalismo son parte de una misma estrategia imperialista y, en ambos casos, podemos trazar sus orígenes en la Europa del siglo XIX, y más concretamente en Inglaterra. El sionismo es una ideología que surgió con base en el objetivo de crear un Estado, Israel; con el pretexto bíblico de que Dios le otorgó esa tierra al “pueblo judío”, etnias, culturas y nacionalidades disímbolas con sólo un elemento en común: la religión, ocupando gradual, pero violentamente, un territorio delimitado con su respectiva población, conocido milenariamente como Palestina. Pero, en realidad, se trató de crear un enclave del eje Londres-Washington dentro del mundo árabe, al que se han encargado de dividir, desestabilizar, agredir e invadir desde la Declaración Balfour (1917) y bajo la ocupación del denominado Mandato Franco Británico durante la Primera Guerra Mundial.
Desde la anglosfera se ha alentado el ideal expansionista del sionismo, que consiste en consolidar el Estado de Israel como el ente desestabilizador en la región. En la eterna disputa por la hegemonía global, el mundo árabe es visto desde Londres y Washington como el territorio perfecto para mantener la zona en conflicto permanente y buscando menguar la influencia, antes de la Unión Soviética y, ahora, de Rusia.
El papel desestabilizador de la entidad sionista queda comprobado en las diferentes invasiones que han sufrido países como Irak, Líbano o Siria. En el año 2003, con la falaz y nunca probada perorata de que Irak desarrollaba “armas de destrucción masiva”, Estados Unidos invadió militarmente el país de Oriente Medio, cuna de altas culturas de la antigüedad, como los imperios babilonio y sumerio, para derrocar a un líder fuerte e incómodo que nacionalizó el petróleo y la banca, que fue convenientemente acusado de apoyar a la organización terrorista Al Qaeda, supuesta autora de los ataques del 11 de septiembre de 2001 y que, de acuerdo al presidente Donald Trump, fue creada por Barack Obama y Hillary Clinton. La invasión dejó, al menos, 1 millón de civiles muertos y casi dos millones de desplazados.
En el caso de Siria, debemos entender el contexto de la sofisticación del intervencionismo de Washington en Oriente Medio, que pasó de la abierta intervención militar al auspicio de disidencias políticas y sublevaciones armadas que la prensa occidental eufemísticamente denominó Primavera Árabe, que para 2011 ya había derrocado dos regímenes (Túnez y Egipto). Lo que inició como una serie de revueltas pacíficas contra el gobierno sirio derivó en la radicalización de la oposición política y, posteriormente, en la intervención de ejércitos mercenarios disfrazando el conflicto como una guerra civil que, finalmente, devino en el derrocamiento del presidente Bashar al Assad y que, tras su caída, el ejército israelí avanzó sus posiciones más allá de los Altos del Golán. Y bombardeando más de 500 objetivos militares del ejército sirio.
Para Edward Snowden, exempleado de la CIA y la NSA (Agencia Central de Inteligencia y Agencia de Seguridad Nacional, en español), mundialmente conocido por realizar la mayor filtración de documentos clasificados de la historia (WikiLeaks, 2013), el surgimiento del Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS, en inglés) es producto de la CIA, el MI6 y el Mossad, agencias de inteligencia norteamericana, británica e israelí, respectivamente. Para Snowden, la motivación de crear una organización terrorista de corte religioso está en su capacidad de atraer extremistas y justificar la expansión de Israel en Oriente Medio bajo el pretexto de combatir el terrorismo en la región.
Con el neoliberalismo encontramos su primera referencia en el liberalismo clásico británico, cuyo argumentario básico es el de anteponer el comercio y el mercado por sobre los individuos y las naciones. Especialmente exitoso para los intereses del capital anglosajón en América Latina, el neoliberalismo es una receta de dominación económica, más suave porque no implica una invasión ni la confrontación militar directa con los países sometidos, sin embargo, logra el mismo cometido, el control de recursos estratégicos como la minería, los hidrocarburos y más recientemente hasta el agua o materiales relativamente nuevos como el litio.
Con el supuesto interés de incentivar el crecimiento económico, la actividad productiva y el libre comercio, el neoliberalismo ha sido la punta de lanza ideológica para el avance de los intereses geoestratégicos de Washington en el continente Americano, pues, a diferencia de Oriente Medio, América Latina es mucho más cercana geográfica y culturalmente y, como lo han demostrado las invasiones a México, hacer la guerra a los vecinos más próximos tiene costos políticos muy altos al interior de Estados Unidos, es por ello que la estrategia es distinta, sin embargo, el fin ha sido el mismo, el control de los recursos estratégicos, específicamente el petróleo y su mercado.
Por ello no es sorpresa, sino producto de la consonancia entre las ideologías colonialistas del imperialismo anglosajón, que primero se inunde a una región de armas, como ha sucedido en Siria o México, para generar el caos y la violencia y, después, se acuse esa violencia de terrorismo para invadir un territorio soberano con el pretexto de combatirlo, pero con el objetivo de apropiarse de recursos estratégicos y expandir su capacidad logística militar en el perpetuo estado de guerra que parece buscar el eje Londres/Washington/Tel Aviv.