¿Reforma o Contrarreforma? El Nuevo Rumbo del Sector Energético

Por Aldo San Pedro

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En el complejo panorama energético de México, la discusión sobre el modelo de administración y regulación ha cobrado una relevancia inusitada. Con el reciente paquete de reformas secundarias impulsado por el gobierno, se busca fortalecer el control estatal sobre la generación, distribución y comercialización de la energía. La consolidación de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y Petróleos Mexicanos (Pemex), junto con la creación de la Comisión Nacional de Energía (CNE), representa un intento por revertir el modelo anterior, que incentivó la participación privada en el sector. Sin embargo, este giro requiere una evaluación rigurosa para determinar su viabilidad y sus posibles implicaciones en la soberanía energética, la competitividad y la sostenibilidad del país.

El contexto global demanda una rápida adaptación a nuevas tendencias energéticas. La Agencia Internacional de Energía (IEA) ha reportado que la inversión en energías renovables alcanzó los 1.3 billones de dólares en 2023, lo que refleja la creciente transición hacia fuentes limpias y la disminución del uso de combustibles fósiles. En este sentido, México enfrenta un reto significativo, ya que el 75% de su matriz energética sigue dependiendo de hidrocarburos, lo que lo coloca en una posición de vulnerabilidad frente a los cambios estructurales en el mercado global y las políticas de descarbonización que impulsan otras naciones.

El desempeño reciente del sector energético nacional arroja cifras mixtas. Pemex registró una producción de 1,875 mbd de petróleo crudo en 2023, un crecimiento del 5.1% respecto al año anterior, mientras que las reservas probadas (1P) se mantuvieron en 7,491 millones de barriles de petróleo crudo equivalente. Por su parte, la CFE generó 150,461 GWh en el mismo periodo, con una capacidad instalada de 44,846 MW. Aunque estos números reflejan un esfuerzo por fortalecer a las empresas estatales, la participación de energías renovables en la matriz energética apenas alcanza el 25%, lo que demuestra que la transición energética sigue siendo una asignatura pendiente.

 

El plan de inversiones de la CFE contempla 23,400 millones de dólares hasta 2030 para modernizar la infraestructura eléctrica y ampliar la red de transmisión. Paralelamente, Pemex ha reducido su deuda de 129.2 mil millones de dólares en 2018 a 106 mil millones en 2023, alcanzando un balance financiero positivo de 56,152 millones de pesos. Sin embargo, la viabilidad de estas inversiones dependerá de la eficiencia con la que se gestionen los recursos y de la capacidad del gobierno para evitar déficits financieros que comprometan la estabilidad macroeconómica.

 

El paquete de reformas enviado al Congreso de la Unión incluye seis leyes clave: la Ley de la Empresa Pública del Estado para Pemex y la CFE, la Ley de Planeación y Transición Energética, la Ley del Sector Eléctrico, la Ley del Sector Hidrocarburos y la Ley de la Comisión Nacional de Energía. Además, se contempla la armonización de cinco normativas adicionales: la Ley de Ingresos sobre Hidrocarburos, la Ley del Fondo Mexicano del Petróleo para la Estabilización y el Desarrollo, la Ley de Biocombustibles, la Ley de Geotermia y la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal. Estas modificaciones buscan consolidar un modelo centralizado con un enfoque en la seguridad energética y el fortalecimiento de las empresas estatales.

No obstante, la pregunta que persiste es si este marco regulatorio permitirá alcanzar los objetivos planteados. La implementación de estas reformas dependerá no solo de la voluntad política, sino de la capacidad técnica y financiera del Estado para ejecutar proyectos con eficiencia. En este sentido, la colaboración con el sector privado podría ser un componente clave para garantizar la sostenibilidad de la transición energética, siempre bajo esquemas que privilegien el interés público y la seguridad nacional.

Para fortalecer la viabilidad de estas reformas, es crucial una estrategia integral que contemple la capacitación de personal en el sector, la diversificación de la matriz energética y la optimización del consumo. Además, se requiere de un enfoque de financiamiento mixto, en el que la inversión pública se complemente con mecanismos innovadores de financiamiento privado y organismos multilaterales, garantizando así una mayor estabilidad fiscal.

 

En este contexto, una propuesta viable y técnicamente alcanzable sería la creación de un Fondo Nacional de Innovación Energética, orientado a financiar proyectos de almacenamiento de energía y digitalización de la red eléctrica. La intermitencia de las fuentes renovables, como la solar y la eólica, sigue siendo un desafío que solo puede resolverse mediante sistemas eficientes de almacenamiento y una red inteligente que optimice la distribución de electricidad. Este fondo permitiría acelerar la transición hacia un sistema energético más flexible y resiliente, garantizando una operación más eficiente y reduciendo la dependencia de combustibles fósiles.

 

Si bien las reformas actuales refuerzan el papel del Estado en la administración del sector, su éxito dependerá de la capacidad del gobierno para ejecutar estos cambios con transparencia y eficiencia. La modernización tecnológica y la atracción de inversión en infraestructura renovable serán factores determinantes para que México no quede rezagado en la transformación energética global.

Lograr el equilibrio entre el control estatal y la eficiencia operativa es un desafío complejo, pero no imposible. La clave radica en una gestión transparente y eficiente, donde las decisiones estratégicas estén respaldadas por datos técnicos y financieros sólidos. Además, es imperativo fomentar una cultura de innovación y modernización tecnológica dentro de las empresas estatales, permitiendo así un desarrollo sustentable y competitivo en el mediano y largo plazo. Un sector energético fuerte y resiliente dependerá de una combinación equilibrada entre la rectoría estatal y un esquema de inversión eficiente y sostenible, asegurando que los recursos naturales del país sean aprovechados de manera óptima en beneficio de toda la sociedad.

 

 

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