Por José García Sánchez
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En realidad, alcanzar la mayoría calificada significa una derrota de Morena que debe tomar como tal y en serio. No por las consecuencias sino por los antecedentes de ese logro histórico. Desde el inicio de las campañas hubo errores que no se han detectado, el primero de ellos fue tratar de igual a igual a los contrincantes, cuando hasta la candidata de la oposición a la presidencia mostraba un evidente retraso mental.
Es precisamente en la condición de los candidatos de la oposición donde radica el principal desatino de Morena, porque de haber tenido candidatos en sus cabales, la oposición no se hubiera quedado con tan pocos votos, o, lo que es lo mismo, si hubiera candidatos realmente políticos en la oposición no hubiera habido mayoría calificada.
La revisión a fondo que debe llevar a cabo Morena es obligada, un examen de conciencia sin miedo a la división, pero hay pieles muy delgadas que a la primera alusión ya quieren hacer su propio partido político.
Si la unidad estuviera consolidada en Morena sin impulsos viscerales de Monreal, Haces, Ebrard y otros, la recomposición para una victoria similar a la pasada fuera posible; ahora, cada día se complica más repetir ese triunfo. Porque hay pequeños grupos que esperan la mínima provocación para salirse, incluso, no ha y duda de que, de no haberla, la provocarían
La oposición se enfila de nuevo a tener candidatos muy frágiles, sus cuadros más populares muestran un desgaste mayúsculo, Lilly Téllez, Marko Cortés, Ricardo Anaya, Mayuli, Damián Zepeda, y el titubeante Mauricio Vila que está que se va a Morena y no decide, entre otros carecen de verdadero arraigo en el pueblo, mientras en Morena, se preparan cuadros y los cuadros existentes, cada día se preparan más para contiendas posteriores.
A pesar de esta desventaja, las votaciones intermedias son menos socorridas por los electores que las presidenciales y el abstencionismo aumenta considerablemente, por lo que habrá que pensar en ponderar las ventajas de la mayoría calificada y mostrar eficacia en los cuadros morenistas para motivar la participación y desinhibir la apatía propia de las elecciones intermedias.
Mientras Morena no deje de magnificar los triunfalismos y no reconozca que compitió sólo en apariencia con candidatos fantasma, no podrá estar con los pies sobre la tierra. La oposición está en las mismas condiciones de jugar a la política, sin cuadros, ni ideas, ni proyectos, pero esto no quiere decir que el partido en el poder pueda convencer, sólo puede vencer.
Resulta contradictorio el hecho de que ahora los legisladores de Morena realicen actos de mayoriteo sin que adviertan que esa ventaja la tienen gracias a su penetración en la sociedad, pero también por la fragilidad ideológica de sus contrincantes, Sin este factor no podrá haber autocrítica real dentro del partido en el poder.
Los saben discapacitados políticos, pero esta percepción sólo les sirve para imponerles reformas, pero no ubican esa deficiencia en el terreno de la autocrítica ni se suma a las características de su victoria histórica, cuyas causas no son sólo por efecto de la salida del líder moral del movimiento y que, como despedida les regalaron el voto sino también y debe tomarse en cuenta, la falta de práctica política y el desconocimiento de las leyes y la historia que caracteriza actualmente a una oposición poco ilustrada.
La oposición también tiene su propia miopía, porque asegura que los votos que recibió el 2 de junio son por la calidad de sus candidatos o las simpatías que emanan a la sociedad, lo cual no es cierto; debe tomar en cuenta la oposición que muchos de los votos revividos, tal vez la mayoría, fueron expresión del descontento social contra el gobierno y por las ideas o proyectos de sus militantes.
La oposición no muestra intención de cambiar, pero Morena como partido de vanguardia política en México debe cambiar, hay mucho que hacer y no basta con escuchar y ejecutar la orden del pueblo, hay que ser creativos y proponer precisamente a la población que dicen es la que ordena.