Por José García Sánchez
X: @Josangasa3
La oposición optó por caminos fuera de la política para combatir al gobierno, lo cual puede ser interpretado como una guerra de exterminio, donde los contrincantes dejan de serlo para convertirse en enemigos a muerte, como sucede en los golpes de Estado.
Hay que acabar con el enemigo para que pueda dejar el espacio libre para volver a gobernar y permitir evasiones de impuestos de los poderosos y privilegios a quienes vivían o la nobleza de las épocas de Maximiliano, donde la monarquía aplastó la dignidad de los mexicanos y su legalidad y de la que algunos todavía se sienten nostálgicos.
Las demostraciones de fuerza de los opositores han dejado huella de estas batallas contra la actual administración pública, dejar de pagar impuestos no implica sólo enriquecerse con el dinero del pueblo sino meter al gobierno en un grave problema de liquidez, tal y como sucede con la intención de personajes de los medios donde Ricardo Salinas no es el único. El propietario de El Financiero tiene una vieja deuda con el gobierno por 100 millones de dólares, que todavía no liquida, pero tiene a la administración pública como pera de boxeo.
Las deudas que los gobiernos anteriores recibieron representan una grave carga para la actual administración, y mucho de ese dinero que llegaba de los créditos iba directamente al bolsillo de los ex residentes.
Según información de la UNAM en el sexenio de Vicente Fox Quesada, recibió una administración que debía alrededor de 2 billones de pesos, dato que equivalía al 30.6 por ciento de la economía del país.
Felipe Calderón Hinojosa recibió una deuda pública menor a la de su antecesor, que representaba el 29.5 por ciento del PIB, cercana a los 3 billones de pesos.
Enrique Peña Nieto inició su gobierno con una deuda de 5.6 billones de pesos, dato que reflejaba el 37.2 por ciento del PIB.
Impuestos y deuda llevan al cadalso a cualquier gobierno, si a esto sumamos batallas que tratan de desestabilizar al gobierno fuera de las causas de la política y que señalan no sólo enemistad sino odio, la oposición que se exhibe como una parte de la sociedad que es nociva.
Tal es el caso de quien fuera candidata a la Presidencia de la República quien trató de adueñarse de varios nombre para después cobrar derechos sobre su uso público, y su utilización exclusiva, así símbolos sociales como Fuerza Rosa, Mañanera, Fuerza y Corazón por México, Frente Amplio, Xóchitl Presidenta, Antes de ser designada oficialmente candidata de la alianza opositora, Con todo el corazón, entre otras formaron parte de la solicitud de apropiación industrial de Xóchitl Gálvez ante el Instituto Mexicano de Propiedad Intelectual, institución que le respondió que su simple petición violaba la ley, además de confundir a quienes pudieran utilizarla, mencionarla públicamente o conocerla.
Esta muestra de guerra sucia y evidencia de desesperación política anuncia guerra fuera del campo de batalla de la política, porque en el espacio de la lucha nunca ha sido capaz de enviar una iniciativa coherente o una propuesta lógica, ante esta imposibilidad mental buscan en la ilegalidad huecos para ganar terreno a quien le quitó una buena parte de sus espacios políticos.
Sí la batalla por la competencia política tiene esos tintes podemos esperar ataques realmente violentos en el futuro, la idea de arrebatar por medios, aparentemente legales, legales hasta nombres prácticamente propios habla de un plagio más de esta señora, quien seguramente no fue la de la idea de apropiarse de nombres, pero sus asesores, que son los mismos que provienen de la derecha, de dentro y fuera de nuestras fronteras van con todo por el poder en México.
A la derecha los une no sólo un contrincante común sino el odio por un grupo de personas que incluyen a la mayoría de los mexicanos. Muestra de peligro para todo el país y la democracia.
Ante la derrota en todos los ámbitos legales de la derecha, se adopta a la ultraderecha como esperanza para ganar espacios, el anunció de la conversión de El Yunque en partido político, México Republicano, muestra el rumbo del radicalismo conservador en México.
No se trata de alcanzar registro para esa organización sino tener presencia mediática, ser referencia política y figurar como alternativa dentro de las posibilidades, cada vez más reducidas, del PAN y del PRI, convertido ahora en una derecha agonizante, pero derecha, al fin y al cabo.
Una organización política no necesita tener registro como partido para protagonizar un golpe de Estado.
Las trampas de la derecha anuncian próximos ataques más agresivos no sólo contra la Presidenta, el gobierno, Morena y sus líderes sino contra los mexicanos, la democracia y la libertad.