El Frente Norteamericano: Plan que Sheinbaum le Arrebataría el Discurso a Trump

Por Aldo San Pedro

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“Make America Great Again” (Hagamos a América grande de nuevo), el lema de Donald Trump, es la confesión de que EE.UU. ya no es el gigante absoluto. Si su estrategia es recuperar la grandeza, admite que hoy no la tiene. ¿Cómo, entonces, puede asumir el papel de potencia que dicta el destino de otras naciones a su antojo? Ahí está la contradicción. EE.UU. necesita a su principal socio comercial tanto como este lo necesita a él. La grandeza no se impone, se construye con aliados. Y sin su vecino del sur, la recuperación estadounidense es imposible. Bajo esta reflexión, es momento de asumir una ofensiva y apoderarnos del discurso.

El regreso de Trump a la Casa Blanca está marcado por una sociedad profundamente polarizada. Su nivel de aprobación, según Reuters, se mantiene en 47%, con un 48% de desaprobación, lo que refleja que su respaldo es fuerte, pero no absoluto. Este escenario lo obliga a redoblar su discurso de proteccionismo económico y presión migratoria, buscando consolidar su base electoral. Para el gobierno de la Cuarta Transformación, sin embargo, esta coyuntura representa la oportunidad de transformar la crisis en ventaja y poner sobre la mesa una estrategia propia.

 

El Frente Norteamericano es la respuesta. La relación económica entre ambos países lo respalda: el mercado mexicano es el principal socio comercial de EE.UU., representando el 15.9% del comercio total de ese país entre enero y octubre de 2024. En 2023, las exportaciones hacia el vecino del norte alcanzaron los 476,600 millones de dólares, superando a Canadá y China. No se trata de concesiones, sino de hechos que evidencian una interdependencia estratégica.

 

Además, la relación bilateral está en un punto de inflexión. Trump ha anunciado la imposición de nuevos aranceles, pero acordó una pausa de 30 días antes de su implementación. Este periodo es una ventana de oportunidad que no puede desaprovecharse. No es un triunfo definitivo, sino un margen de maniobra dentro de una administración que ha demostrado utilizar la presión económica como su principal herramienta de negociación. Si el gobierno federal solo reacciona, quedará atrapado en un ciclo de incertidumbre. Si toma la iniciativa, podrá estructurar un plan que garantice certidumbre y beneficios concretos.

 

Este escenario también coloca a la administración de la Presidenta Claudia Sheinbaum en una posición estratégica para la renegociación del T-MEC, cuya revisión seguramente se dará en 2025. Pero la clave está en no llegar como un socio reactivo, sino con una estrategia clara: el Frente Norteamericano no solo busca refrendar el acuerdo comercial, sino ampliarlo, garantizando un mayor acceso a recursos de EE.UU. y Canadá.

 

Para ello, el gobierno mexicano debe proponer un Plan Marshall para Norteamérica, un modelo de inversión compartida inspirado en la estrategia que EE.UU. utilizó para reconstruir Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Aquel plan no solo sirvió para revitalizar economías devastadas, sino que también consolidó el liderazgo estadounidense. Hoy, ante la competencia con China y la urgencia de reindustrialización, Norteamérica necesita un esquema similar para modernizar su infraestructura, fortalecer su sector manufacturero e impulsar la innovación tecnológica.

Bajo este esquema, el país puede liderar la creación de un Fondo Trilateral de Innovación y Desarrollo, destinado a financiar proyectos estratégicos en manufactura avanzada, infraestructura logística, energía limpia e inteligencia artificial. Este fondo permitiría a la región reducir su dependencia de Asia y consolidar su liderazgo en sectores clave como semiconductores, electromovilidad y automatización.

Pero en esta jugada, la administración federal no debe ir sola. Canadá enfrenta las mismas presiones de un Trump proteccionista, y aunque su economía es menos dependiente de EE.UU. que la mexicana, su sector energético y manufacturero se verían gravemente afectados por un endurecimiento comercial. Asegurar la participación de Canadá en el Frente Norteamericano significa amarrar una negociación conjunta, evitando que Washington juegue con divisiones bilaterales. Una alianza sólida entre ambos países permitiría presentar un bloque unido frente a EE.UU., exigiendo mejores condiciones comerciales y acceso a financiamiento trilateral para infraestructura, seguridad e innovación.

 

Trump, sin duda, responderá con una contraofensiva mediática. Intentará imponer la narrativa de que su vecino del sur “dobló las manos” y que el Frente Norteamericano no es más que una validación de su doctrina de “America First” (América Primero). Presentará cualquier acuerdo como una imposición suya, aunque en realidad sea producto de una negociación estratégica. Ante este escenario, la Presidenta Claudia Sheinbaum debe adelantarse, enmarcando el Frente Norteamericano no como una concesión, sino como una jugada maestra que transforma la presión en oportunidad, canaliza recursos en beneficio del país y redefine la relación trilateral en mejores términos. En lugar de permitir que Washington dicte las reglas, esta estrategia debe proyectar a la nación como un actor que no cede, sino que lidera.

 

Además de lo económico, la propuesta debe incluir proyectos que posicionen al país como pieza clave en el futuro de Norteamérica. Entre ellos, la creación de un programa de movilidad laboral que facilite la circulación de talento mediante visados regionales para profesionales, fortaleciendo la integración del mercado laboral. Asimismo, el país debe asegurar su papel en sectores de alta tecnología, proponiendo su participación en la carrera espacial y el desarrollo de inteligencia artificial, dos campos donde la región debe consolidarse ante la competencia de China y Europa.

Otro elemento clave es la logística global. La crisis en el Canal de Panamá ha evidenciado la fragilidad de las rutas de comercio marítimo. México tiene en sus manos una alternativa: el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec. Si se desarrolla con rapidez y eficiencia, podría reducir la dependencia de EE.UU. del Canal de Panamá, ofreciendo una vía alternativa que fortalezca el comercio intrarregional y coloque al país en el centro de las estrategias comerciales de Norteamérica.

El proteccionismo de Trump ha demostrado ser un error costoso. En su primer mandato, sus políticas arancelarias provocaron pérdidas de miles de millones de dólares para empresas estadounidenses y aumentaron los costos para los consumidores. Si insiste en este modelo, la respuesta debe ser clara: cerrar las puertas a su principal socio comercial no fortalecerá a EE.UU., lo debilitará.

Este plan tiene un objetivo central: tomar control de la narrativa. Trump opera fuera de los márgenes de la diplomacia convencional, con tácticas de presión y chantaje económico. Si la administración federal se mantiene a la defensiva, quedará atrapada en su juego. Pero si la Presidenta Claudia Sheinbaum lidera una estrategia ofensiva, en la que la crisis se convierte en oportunidad, se logrará más de lo que se perdería en un escenario de conflicto unilateral.

El país no es un subordinado en esta ecuación. Es un pilar estratégico sin el cual la estabilidad y competitividad de Norteamérica serían inalcanzables. La retórica de Trump sobre recuperar la grandeza de EE.UU. admite implícitamente que su país ya no es la potencia absoluta y necesita aliados clave para sostener su recuperación. Intentar minimizar la importancia del socio comercial del sur es un error estratégico, pues sin su cooperación en manufactura, energía y seguridad, cualquier intento de reindustrialización y liderazgo global de EE.UU. fracasaría. La narrativa debe cambiar: México no es una pieza pasiva en el tablero, sino el arquitecto de una cooperación trilateral equitativa que garantice el futuro de la región.

 

aldo.sanpedro.miron@gmail.com