Por José García Sánchez
X: @Josangasa3
Los conservadores cuestionan programas televisivos con ideas diferente a las suyas, aunque bastaría con no verlos; sin embargo, este tipo de programaciones la perciben como un peligro para la cada día más frágil conciencia de estancamiento histórico en la que habitan. Se acostumbraron a que la televisión era el monopolio de las ideas conservadora y el auxiliar de la educación en casa.
Pareciera que no se han dado cuenta de la rabiosa transmisión de lo programa como el que conduce Leo Zuckerman, donde el presentador, que debe ser mediador, aparece como un férreo defensor de la oposición, con la misma consigna: estar siempre en contra, sin análisis ni reflexión previos. Critican la falta de argumentos del gobierno en los debates cuando ellos son quienes carecen de datos que puedan sustentar sus ocurrencias. Los contenidos de este programa son un reto a la tolerancia del público y una prueba de la solidez de su sentido común, como para mantener la concesión del gobierno o quitarla, donde nada tiene que ver la libertad de expresión sino el preámbulo de un golpe de Estado.
Hay otros programas en los medios convencionales, donde la solemnidad, los gestos adustos, la ira reflejada en el rostro, el resentimiento, muestran que carecen de razones para estar de ese lado de la historia y nadie lo critica porque son parte de una inercia informativa que dejó de funcionar hace años. De ser reales sus argumentos y tener credibilidad entre la población, estuviera gobernado el PRIAN, coalición que favorecieron diariamente en sus espacios y lo siguen haciendo, pero al perder la colación, pierde ésta y lo medio que trataron que ganara a como diera lugar.
Esto quiere decir que, si esos medios estridentes defendían el conservadurismo, y ganó la izquierda, de manera apabullante, la gente no les cree, absolutamente nada. No cumplen con su cometido como medios de información, al no tener credibilidad, ni como propaganda de la derecha que intenta manipular la opinión pública.
Parte de ese segmento de la sociedad sin brújula ideológica ni banderas que defender, se ampara en el pasado porque carece de riesgos lo que sucedió, el pasado no admite cambios.
El futuro es lo que les preocupa, tanto que no viven en el presente por esa angustia, ante esta impotencia se ven en la necesidad de ponerles nombre a sus fantasmas, evocan viejos espectros como comunismo, dictadura, monarquía, absolutismos que, al mismo tiempo, añoran porque forman parte de lo que sucedió, ese tiempo expulsado de la memoria, donde no hay riesgos ni temor. El pasado es una esperanza para los conservadores y también un refugio. Se esfuerzan por regresar el tiempo sin lograrlo.
Así, la oposición pasa de criticar todo a negar todo. Es decir, cada declaración del gobierno que antes era criticada por los conservadores, ahora cambian de estrategia para anularla sistemáticamente.
En este panorama, el fraude de Calderón no existió, las investigaciones sobre Zedillo y su esposa son un mito, la represión de Fox es mentira, la frivolidad de Peña Nieto, sin sustento; el latrocinio de Salinas, un mal cálculo. Como si trataran de enloquecer a la población diciendo que la verdad nunca existió. Sobre esta estrategia caminarán las noticias de ahora en adelante, el nado sincronizado será un juego de niños comparado con la campaña de constante negación de la realidad en los medios, tratando de desacreditar la historia negándola. Ya no la distorsionan simplemente la aniquilan y tienen los medios a su alcance para intentarlo.
La insistencia de la inexistencia de la realidad puede hacer mella en la percepción de la sociedad, a eso le apuestan los conservadores. La actual estrategia del PRI sobre la desaparición del Fobaproa, la necesidad de bajar el IVA, la urgencia de no cobrar peaje en las carreteras que ellos construyeron y encarecieron, etc., son parte de una progresiva degradación de la realidad.
Saben que su victoria no es inmediata, se proponen crear una generación con su propia historia y su realidad apartada del acontecer social para crear soldados de la mentira que crean en sus montajes televisivos y sus delitos prefabricados y puedan despojar de la memoria la verdad.
La perversión de la derecha en México va más allá del simple paradigma de repetir mil veces una mentira, aquí se trata de desaparecer una verdad para anularla, sacarla de la historia. Cancelar el hecho como anulan lo sucedido por Zedillo o lo investigado sobre los delitos del pasado. Quieren hacer a la gente dudar y en la duda, logran llenar vacíos informativos donde volverían a manipular una versión de la realidad que puedan manejar a su antojo.
No lograrán enloquecer a la gente, pero sí abrir espacio en las conciencias a través de dudas que abran en la sociedad lo poros de la manipulación efectiva.
Terminó el tiempo del nado sincronizado para dar lugar a la inexistencia de la verdad. Negarlo todo, desde los medios, es la última carta de los conservadores que utilizarán noche y día para ganar espacios de credibilidad que redunden en votos.
Finalmente, la sociedad tendrá que elegir entre la violencia y la paz de la dictadura del pasado.