Por Fadlala Akabani Hneide*
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El pasado domingo vivimos una experiencia histórica, inédita y extraordinaria, tanto por la participación de millones de mexicanas y mexicanos que salieron a votar, como por el compromiso y voluntariado de miles de ciudadanas y ciudadanos que trabajaron de forma imparcial como funcionarios de casilla. La extenuante jornada electoral transcurrió en orden y en la mayoría de casillas y secciones electorales fue con la paz que anhela y merece este país.
Los resultados de la elección más grande de la historia de nuestro país reflejan la fuerza de un electorado que, legal y democráticamente, otorgó su confianza a la primera mujer en la historia de México para ejercer el cargo público más importante del Estado mexicano. El pueblo de México depositó en la doctora Claudia Sheinbaum Pardo un voto de confianza de tal magnitud, que además le otorgó la mayoría calificada en el Congreso a Morena, Partido Verde y Partido del Trabajo.
Fuera de la burbuja socioeconómica que envuelve a la obcecada oposición, al pueblo libre y politizado no le dan miedo los planteamientos maniqueos y absurdos de la comentocracia ni el fantasma del comunismo ni los cuentos sobre el fin de la democracia y las libertades ni mucho menos aquel viejo e ignorante relato de que México se iba a convertir en Cuba o Venezuela.
Una vez que el resultado histórico y oficial de la elección ha sido comunicado al mundo, líderes de todas las latitudes y afinidades, han reconocido y felicitado el contundente e innegable triunfo de Claudia Sheinbaum. Igualmente como ocurrió el sexenio pasado, ya han comenzado a establecer contactos de trabajo y cooperación, pues México está revaluando su prestigio democrático y económico en el concierto de naciones. Mientras a nivel global se reconoce la solidez y fortaleza democrática e institucional de México, aquí las moribundas fuerzas políticas del viejo régimen se organizan en torno a algo que desdeñaron ayer, incluso bajo el mismo lema: voto por voto.
En una muestra de grandeza humana y altura política, López Obrador ya se expresó en favor de la apertura de los paquetes y el recuento de las boletas electorales. El Presidente es congruente con las exigencias que tuvo durante el fraude electoral de 2006, no le ha dado la espalda a sus ideales ni a sus principios, y por eso es que es tan fuerte moral y políticamente.
No es su tarea determinarlo, pero nuevamente nos deja una patente fáctica de que él no es harina del mismo costal que contiene a Vicente Fox, que jamás se habría pronunciado en favor de una propuesta democrática que no le favoreciese directamente a él, o a su grupo político. Sin embargo, no se trata de una decisión unipersonal, pues no vivimos en una dictadura, lo decidirán las instituciones competentes con base a la claridad legal pertinente que la oposición sea capaz de acreditar de manera formal. Sin arrogancia ninguna, creo que ese proceso en realidad puede resultar contraproducente para quienes lo han propuesto y su mezquino interés; no sólo por la aritmética electoral que está claramente definida, sino además por el propio desgaste que este proceso judicial —posderrota— representa para las bases sociales de sus partidos y los ciudadanos que genuina y desinteresadamente acompañaron, argumentaron, defendieron e incluso (se asolearon vestidos de rosa) marcharon en favor de un supuesto proyecto alternativo cuyo propósito fue hacer legítima oposición, pero fue pervertido en la legitimación de las curules en el Senado de Marko Cortés, Alejandro Moreno, nombres que nadie ubica en el plano nacional, pero que corresponden a los dirigentes —secuestradores— del PAN y del PRI, respectivamente.
La derecha, el conservadurismo, las maquinarias de los partidos perdedores, la dolida comentocracia del viejo régimen pretenden construir un relato de fraude, de atentado a las libertades y hacer de ello una lucha jurídica por arañar en la mesa lo que no pudieron ganar en las urnas. Sin prestarles más atención de la que merecen, Claudia Sheinbaum tiene retos y oportunidades reales por delante.
Entre ellos, destacan los del ámbito económico como ha sido la agitación en la Bolsa Mexicana de Valores y el tipo de cambio; movimientos naturales en cualquier transición, sin embargo, también son señales de presión externa, extranjera, frente a la cual debemos de cerrar filas con Sheinbaum, como máxima representante del interés nacional. Pues el pueblo de México lo decidió y su mandato democrático fue tan contundente como legítimo, según consignan las boletas, urnas y casillas de la elección más importante en la historia de México.