Por José García Sánchez
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México despertó también de la pesadilla de la manipulación política, del acarreo que utilizó el PRI toda su vida, de la participación forzada, ya no son tiempos de reaccionar instintivamente en las calles ante lo tambores de guerra interna o extranjera sino de responder como una sociedad inteligente, consciente de su fortaleza y convencida de sus ideas políticas.
La respuesta de la sociedad no es la de antes, por agresivo que fuera el enemigo, el planeta no está para guerra sin que se corra el riesgo de perderlo. La respuesta social tendrá que ser de acuerdo con la inteligencia, basado en la historia propia y en las leyes que se conocen y respetan.
Pensar en la guerra no implica avance alguno, matar a un enemigo desconocido pertenece tiempo de barbarie de donde proviene el vecino del norte, habrá que entenderlo en su exacta dimensión y su tiempo. El México que despierta camina con la ley en la mano y la razón en lucha ideológica.
El enemigo podrá ser un bárbaro, como en este caso, pero por lo mismo le caracteriza su corta inteligencia, una falta de cultura y esa ignorancia supina lo obliga a perder la guerra en el momento en que la declara.
Habrá que mostrarle al vecino lo que es la convivencia obligada, que enseñarle otros caminos muy diferentes a los que acostumbra para demostrar un efímero poderío. La revolución de las conciencias es todavía un lento despertar social en México, cuando los vocingleros del neoliberalismo no tengan público en los medios habrá despertado el pueblo. Antes no.
Porque no es posible creer que la gente que sigue programas de información falsa esté consciente de sus actos porque no selecciona voluntariamente lo que percibe, se lo impone la costumbre o la inercia, y así nadie puede despertar a la realidad.
Este domingo la consigna silenciosa fue la mesura inteligente de los asistentes. La capacidad de convocatoria de la Presidenta está garantizada, pero también la forma de defender el derecho que es un estilo de pelear, de mostrar que la paz sustituye a la guerra, la cual se había convertido en la única herramienta de los conservadores para mostrar supremacía.
Lo que sigue en el liderazgo de Claudia Sheinbaum, será la lucha de una sociedad, mayoritariamente consciente, en búsqueda de diálogo, es decir, la ausencia de consignas agresivas contra el enemigo común que vive todavía en la época en la que había guerras: Donald Trump, quien debe obtener el anacrónico estilo de supremacía por las armas para conservar un reino vetusto que nadie cree poderoso.
De la capacidad de convocatoria de la Presidenta nadie duda, aunque la oposición insista en que se trató de acarreos, sabe perfectamente que no lo fue. De hecho, la lucha por lo arancel sustituye a la guerra convencional, donde habrá que usar la palabra ante los gritos de la locura bélica. Hacer guardar la disciplina en un acto como el del domingo 9 exige un liderazgo que en este momento no existe en el mundo y en México se instaura. No se trata de manipulación u obediencia sino de liderazgo.
De hecho, podría decirse que es inédito. Hacer que la multitud esté en calma ante una agresión latente, proveniente del verdugo del planeta, necesita un dominio de la población que sólo con dirección sólida puede lograrse.
Se pasó de la consigna electoral, que era una especie de dique de contención a una derecha fanática y extrema pasará a ser una política de diplomacia con un vecino inestable emocionalmente, pero al que no podemos evitar saludar cada día.
El aprendizaje mostrado por la población muestra la asimilación de la revolución de las conciencias y el papel que juega la población en las decisiones del futuro. Desde luego la agresión es intensa y el bombardeo de los medios azuzados por una oposición mueve provocaciones, factores que también deberán ser cuestionados con la mesura y la búsqueda de consenso. Habrá que colocarlos en el museo del anacronismo político. Prevaleció la compostura a pesar de la provocación de la derecha siempre presente e impidiendo que la razón obtenga triunfos ante la fuerza.
La frase del despertar del México bronco quedó en el anacronismo, que marca una época superada y sobre todo, rebasada sustituyendo la reacción visceral por la repuesta inteligente.
Lo que la oposición nacional y la derecha mexicana insistió en llamar polarización se convierte en politización de una sociedad que avanza, a pasos agigantados, hacia la práctica política, cuyo entendimiento la oposición todavía no aprende a practicar. No son borregos los asistentes como afirmaba la opción conservadora, mucho menos acarreados en busca de un mendrugo de pan como lo acostumbraba el PRI, es la posición política de una sociedad consciente del tiempo que vive, que no requiere escándalos ni estridencias, sólo conciencia y convicción.
El progresismo latinoamericano conjugado con el humanismo mexicano producirá fenómenos sociales que dejaría atrás teorías clásicas sobre el comportamiento de las masas y reacciones sociales prefabricadas que tanto repite la derecha cuando no le conviene aceptar sus derrotas.
El llamado tiene que ver con el consenso, el acuerdo entre la mandataria y su población, en busca de una decisión consensuada, que nada tiene que ver con la consigna que ataca la guerra sucia que acostumbra la derecha o la agresividad de los conservadores que muestran en sus discursos parlamentarios cada vez que están frente a un micrófono.
El humanismo es civilidad y así lo expresaron los asistentes al zócalo. Se trata de un encuentro en busca de decisiones comunes, que beneficien a todos.