Por Aldo San Pedro
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El retorno de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos en 2025 marca un punto de inflexión en la relación bilateral entre México y su principal socio comercial. Este cambio trae consigo un cúmulo de expectativas, temores y especulaciones, especialmente en torno a los temas migratorios y económicos que han definido históricamente el vínculo entre ambas naciones. Las remesas, que representaron el 3.4% del Producto Interno Bruto (PIB) mexicano en 2024, son un eje crucial de este análisis. La posible implementación de impuestos y las amenazas de deportaciones masivas generan incertidumbre significativa, no solo para las familias que dependen de estos ingresos, sino también para la economía nacional.
Las remesas enviadas desde Estados Unidos a México alcanzaron un récord de 68 mil millones de dólares en 2024, consolidando a México como el segundo mayor receptor a nivel mundial, solo después de India, según datos del Banco Mundial. Estos flujos no solo representan un soporte vital para millones de hogares mexicanos, sino también un motor que contribuye a la reducción de la pobreza y a la mejora de la calidad de vida. Sin embargo, bajo la nueva administración de Trump, se plantea la posibilidad de imponer un impuesto de hasta el 2% a las remesas, una medida que podría desincentivar su envío a través de canales formales y fomentar el uso de mecanismos informales, complicando la regulación y supervisión de estos flujos.
La política migratoria de Trump también representa un riesgo directo para México. Durante su campaña, prometió implementar la mayor operación de deportación masiva en la historia de Estados Unidos, afectando potencialmente a los 5.7 millones de mexicanas y mexicanos indocumentados que residen allí. Este grupo contribuye significativamente al flujo de remesas, y su expulsión podría tener un impacto devastador en las economías locales en México que dependen de estos recursos. Al mismo tiempo, el retorno forzado de millones de personas podría desbordar la capacidad de las comunidades receptoras en México, especialmente en regiones como Michoacán, Oaxaca y Guerrero, donde las remesas representan una parte sustancial del ingreso familiar.
Aunque las deportaciones masivas son una promesa central de la nueva administración, su implementación enfrenta barreras económicas y políticas significativas. Los costos estimados para ejecutar un programa de esta magnitud ascienden a cientos de miles de millones de dólares. Además, retirar a millones de trabajadoras y trabajadores del mercado laboral estadounidense podría afectar sectores clave como la agricultura, la construcción y los servicios, generando presiones inflacionarias y posibles recesiones. Sin embargo, la mayoría republicana en ambas cámaras del Congreso podría facilitar la aprobación de medidas necesarias para estas políticas, aunque enfrentará la resistencia de estados democráticos y de la sociedad civil.
Un aspecto clave es la comparación internacional de la dependencia de las remesas. Aunque en México estas representan el 3.4% del PIB, en otros países de América Latina como Nicaragua, Honduras y El Salvador, este porcentaje es mucho mayor, alcanzando el 27.2%, 25.2% y 23.5%, respectivamente. Esta comparación destaca que, aunque México es el segundo mayor receptor de remesas en volumen, su economía no depende de ellas de manera tan crítica como en otras naciones de la región. Sin embargo, las remesas siguen siendo fundamentales para millones de familias mexicanas, especialmente en comunidades rurales y con altos índices de pobreza.
Además, el fenómeno conocido como el «Efecto Trump» merece atención especial. En 2016, la elección de Trump como presidente provocó un aumento del 25.8% en el flujo de remesas hacia México en noviembre de ese año, debido al temor de las y los migrantes a restricciones más estrictas. Sin embargo, en noviembre de 2024, a pesar de su regreso al poder, no se observó un incremento similar. Esto podría reflejar una mayor estabilidad en el comportamiento de las remesas o una adaptación de los migrantes a las amenazas políticas, según BBVA Research. Este cambio sugiere que las y los migrantes podrían haber desarrollado estrategias para mitigar los impactos de políticas restrictivas.
El impacto de estas políticas no solo se limita al ámbito migratorio. La posible desaceleración de la economía estadounidense en 2025 también plantea riesgos para los flujos de remesas hacia México. Durante 2024, el peso mexicano experimentó fluctuaciones significativas frente al dólar, afectando el valor de las remesas en términos de poder adquisitivo. Una mayor volatilidad cambiaria podría alterar los patrones de envío, complicando las proyecciones económicas para las familias receptoras y las instituciones financieras que facilitan estas transferencias.
A pesar de los riesgos, el contexto también presenta oportunidades. México puede fortalecer su posición en el marco del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), utilizando este acuerdo como una plataforma para proteger sus intereses comerciales y mitigar los impactos negativos de las políticas de Trump. Además, promover iniciativas de educación financiera para las familias receptoras podría convertir las remesas en inversiones productivas, fomentando el desarrollo económico local.
En términos de estrategia, es crucial que el gobierno mexicano adopte medidas proactivas para proteger a las comunidades vulnerables. Fortalecer la red consular en Estados Unidos, promover el uso de canales formales para el envío de remesas y fomentar programas de ahorro y pensiones para migrantes son acciones clave. Estas iniciativas no solo garantizarían la estabilidad económica de las familias receptoras, sino que también contribuirían a la estabilidad financiera a largo plazo de las y los trabajadores migrantes.
Asimismo, diversificar la economía nacional y reducir la dependencia de las remesas será fundamental. La inversión en infraestructura, educación y generación de empleo en regiones que dependen en gran medida de estos flujos podría fomentar un desarrollo más equilibrado. Además, el fortalecimiento de las cadenas productivas nacionales y la promoción de exportaciones no tradicionales pueden reducir la vulnerabilidad de la economía mexicana ante fluctuaciones externas.
El retorno de Trump también subraya la importancia de un enfoque diplomático robusto. La colaboración en el marco del T-MEC y la negociación de acuerdos migratorios que beneficien tanto a migrantes como a empleadores estadounidenses podrían contribuir a una relación más equilibrada. Además, fomentar la cooperación en temas de seguridad fronteriza, con un enfoque en el respeto a los derechos humanos, podría fortalecer la confianza mutua.
La relación bilateral entre México y Estados Unidos, aunque asimétrica, está profundamente interconectada en múltiples niveles. Los flujos de remesas, el comercio y la migración son testimonio de una interdependencia que debe gestionarse con sensibilidad y estrategia. Si bien 2025 plantea desafíos significativos, también brinda la oportunidad de redefinir esta relación, fortaleciendo la posición de México en el escenario global.
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