Crematorio clandestino en Teuchitlán: atrocidades reveladas

Nuevos testimonios del colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco han sacado a la luz más delitos cometidos en el Rancho Izaguirre, ubicado en la localidad de La Estanzuela, municipio de Teuchitlán.

Este lugar, operado como crematorio clandestino, ha sido escenario de múltiples atrocidades, el 5 de marzo, tras una llamada anónima, el rancho fue intervenido. Aunque ya había sido asegurado por las autoridades en septiembre de 2024, el colectivo denunció que no se documentaron ni aseguraron los hornos crematorios ni los restos humanos encontrados.

Según información de las autoridades y el colectivo, el predio funcionaba como un campo de exterminio y centro de reclutamiento. En el lugar se encontraron tres hornos crematorios subterráneos, restos óseos, ropa, maletas, credenciales, zapatos y estructuras para adiestramiento armado.

EL HORROR DETRÁS DE LAS DESAPARICIONES

Indira Navarro, líder del colectivo, explicó que las desapariciones de jóvenes en la central de autobuses estaban vinculadas al rancho. Los jóvenes eran atraídos con promesas de empleo bien remunerado, pero al llegar eran interceptados y nunca más se sabía de ellos.

Los reclutados eran sometidos a aislamiento, violencia física y obligados a enterrar y quemar cuerpos. Testimonios revelan que los cuerpos eran desmembrados y quemados en fosas construidas con piedra y ladrillo. Un cuarto conocido como «la carnicería» era utilizado para estos actos.

MÁS DE UNA DÉCADA DE OPERACIONES

Una testigo identificada como María declaró que el crematorio clandestino ha operado desde 2012. Según su testimonio, los habitantes de la zona sabían de su existencia, pero el miedo y las amenazas les impedían hablar. María también denunció experimentos médicos, venta de órganos y abuso infantil en el rancho.

Los reclutados vivían en condiciones precarias, dormían en el suelo bajo lonas y vestían ropa naranja similar a uniformes penitenciarios. Aquellos que intentaban escapar eran ejecutados. Además, eran obligados a participar en peleas en lodo como castigo, mientras que el alimento se usaba como premio.

DESTINO DE LOS RECLUTADOS

Tras completar su entrenamiento, los reclutados eran enviados a zonas de conflicto como Zacatecas o Michoacán, donde servían como carne de cañón. Los sobrevivientes pasaban a un segundo nivel de entrenamiento, conocido como «escuela de terror», impartido por civiles, exmilitares y extranjeros.