Los 100 días, una tradición

Por José García Sánchez

X: @Josangasa3 

 


 

 

Para algunos la celebración de los primeros 100 días de la presidenta Claudia Sheinbaum fue una ceremonia al estilo del PRI, pero hubo todavía más mala intención en quienes dijeron que fue al puro estilo de López Obrador, cuando en realidad se trató de una fiesta al estilo de la 4T, ya tradicional en el movimiento, donde demostró que la fuerza social que tiene no está sólo en las estadísticas.

A la oposición le molestó mucho que celebraran los primeros 100 días, y además se dijeron resentidos porque no los invitaron. Este tipo de oposición nadie quiere verla de cerca y menos en sus fiestas. Echan a perder todo lo que tocan, incluyendo el país.

La actual oposición en México allana su camino hacia las urnas de mentiras. Habla de gasolinazos, de la manipulación del ex presidente hacia la Presidenta, de inseguridad exponencial, de falta de inversión nacional y extranjera, de una serie de problemas que de ser reales se notarían en la vida cotidiana. Como es el caso de la afirmación de la sobrina del usurpador quien afirma que la canasta básica aumentó al triple en enero.

Algo sucede con la oposición que se disocia cada día más de la realidad como un paciente mental sin medicamentos ni terapia. Actos como el realizado en el zócalo el domingo 12 de enero, regresa a los alucinados a la realidad.

 

La celebración de los 100 días es un acto para simpatizantes que también influye en la oposición.. Le sirve para darse cuenta lo lejos que están de llegar al poder, por eso les molesta.

El peor de los casos se trató de un alarde de fortaleza de Morena, del Presidenta y del 4T, lo cual es muy válido ante una oposición conservadora agresiva, la llegada de un fascista a la presidencia del vecino país, y una constante ayuda financiera el exterior, principalmente Estados Unidos, para la derecha mexicana.

 

Sin embargo, la celebración de los tres días es una tradición de la 4T, si hay connotaciones que le impongan un origen diferente es un problema de interpretación, para lo cual hay libertad total, el hecho es que la gente llagaba hasta la explanada de Bellas Artes y tres calles principales que conducen al zócalo estaban llenas de gente, al igual que la plancha.

Los 100 días es un corte de caja que informa avances. Anteriormente los gobiernos en 100 días no habían hecho anda, no tenían por qué rendir cuentas si apenas empezaban la travesía hacia el maravilloso mundo de la corrupción. Por eso les enoja a los opositores, porque ellos a los 100 días apenas se estaban acomodando en la silla del águila.

De hecho, la oposición se toma tan en serio los 100 días que habla de retos, como si fuera el fin de la administración y no el principio, como si un informe parcial definiera la concreción de las promesas de campaña, que también son un mito del que debieran despojarse los analistas de todos los colores y tendencias.

Las promesas de campaña representan la realidad de un país inamovible, donde no pasaba nada desde los tiempos de campaña hasta el final de sexenio. Es decir, se habla de más de seis años en donde la exigencia del cumplimiento de las promesas de campaña no sólo acusaba inactividad total de la alta burocracia, sino parálisis de un país que, como México, tienen un gran potencial, independientemente de quién lo gobierne.

 

La población se acostumbró a que, por lo menos, se cumplieran trabajos y obras pertenecientes al acostumbrado rezago, en el que PAN y PRI hundieron a México.

A la oposición les molesta dicha celebración porque les afecta. De inmediato se hacen comparaciones y quedan mal parados ante la historia y los votantes.

 

En el poder hay una nueva división de poderes que, coordinados en equilibrio, conforman en armonía un movimiento político. Esto no implica diferencias pero descarta los roces, hay diferentes opiniones pero no división, posturas y objetivos distintos pero no ruptura. El debate al interior de un partido político anunciaba en el pasado futuras divisiones, así se formaron varios partidos que tuvieron como origen el PRI.

Los tiempos han cambiado, lo que no cambia es la percepción de algunos analistas que creen seguir viviendo en el priato.