Por José García Sánchez
X: @Josangasa3
El periodismo mexicano sigue en plena pandemia. La investigación se convirtió en un clic de la computadora y lo que arroja la manipulación de la internet y la tendenciosa historia de Wikipedia intentan convertirse en un reflejo de la realidad que por consenso certifica.
Los trabajadores de los medios crearon un híbrido de personalidades que conjugan la farándula, la política y la información. Los une el rating y son estrellas en la medida que las métricas arrojan, aunque sean adquiridas por ellos mismos para demostrar que tienen mucho público, pero su frivolidad se vuelve un vicio que los carcome porque en él se basa el protagonismo que descubre desamparo ideológico.
Hace un siglo, tal vez un poco más, el periodismo aparentó volverse frívolo, la razón: evitar la censura estricta de los gobiernos represivos, de antes, durante y después de la Revolución Mexicana. Ahora se vuelven comediantes sus empleados por falta de ideas de sus patrones.
Esto no evita que se viva un retroceso en este oficio. La producción iteraría cedía terreno al sarcasmo que trataba de invadir el periodismo tangencialmente para evitar la censura, ahora es la falta de propuestas y el exceso de interés lo que convierte un oficio que debe mostrar profesionalismo en una broma circense.
Otra de las grandes diferencias es que el periodismo estimulaba la lectura ahora la inhibe, ofrece espacios a las imágenes y el pensamiento se vuelve frívolo, los contenidos insustanciales y los medios inconsistentes.
América latina ha tenidos tantas capas de censura como una cebolla, desde la autocensura hasta la que imponía Estados Unidos sobre el gobierno, que tomaba como propias la Secretaría de Gobernación y terminaba por imponer criterios generalizados en la prensa antigua. Sólo la pandemia hizo mella a esta costumbre. La irrupción en el proceso de manipulación de la prensa la protagonizó la Cuarta Transformación, que rompió el cordón umbilical entre gobierno y medios, situación a la que quieren regresar como único objetivo de los medios de información. No les interesa dar noticias verdaderas ni realizan investigaciones profundas ni siquiera respetan la verdad, sólo regresan al pasado donde los medios recibían más subsidio que el campo, la salud y la educación juntos.
Si bien la pandemia recluyó a la población no obstruyó su visión sobre la verdadera realidad, no la que estaba cerca de la ficción supuestamente reflejada en los medios. La reflexión que produjo este encierro, la necesidad de una información que no se percibía auténtica obligó a muchos a voltear hacia la información alternativa que brindan las redes y frente a este abanico multicolor, escoger con la conciencia recién adquirida por la conjunción de pandemia y nuevo régimen, un proceso diferente de información más cercano a la realidad.
Una variedad de información en la computadora y los celulares facilitó la información superficial y la convirtió en el mejor pretexto para que un hecho tuviera tantas versiones como locutores lectores de noticias se convirtieran en analistas políticos con más consigna que análisis.
Para los empleados de los medios convencionales tener una imagen a cuadro no implica una responsabilidad de informar sino un escenario donde ellos son los protagonistas. Es decir, el espectáculo son ellos, no la trascendencia de las noticias que leen, de ahí que se sintieran líderes de opinión, por su presencia física en la pantalla, pero no por la veracidad ni por la sabiduría y menos aún por la inteligencia.
Los medios siguen en cuarentena lo cual les permite hacer de reporteros analistas, a los columnistas pitonisos y a los analistas poseedores de la verdad absoluta.