Por Christian López
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La desaparición pública del expresidente Andrés Manuel López Obrador responde, en primera instancia, a la inquebrantable voluntad democrática de quien sufrió en carne propia los embates del autoritarismo, de los fraudes electorales y de la irrefrenable hambre de poder de quienes ostentaron en México el ejercicio del mismo. Es, además, un maderista convencido y un admirador sincero de Salvador Allende; pero su no solo a eso debemos su renuncia a convertirse en un becerro de oro que se pasea por universidades y eventos públicos, que continúa llamando al voto en favor de su proyecto político y que plantea encarnar la revolución en sí mismo.
Su desaparición pública responde, y creo que en mayor medida, a su profundo conocimiento de los traumas históricos de nuestro país ante los fraudes electorales y la fundación de un sistema estatal unipartidista, así como de la historia latinoamericana en lo que va del siglo XXI. Las fuerzas progresistas del chavismo, el kirchnerismo, Evo Morales en Bolivia y Correa en el Ecuador, han sido vapuleadas por la derecha, derrotadas momentánea o permanentemente o están en riesgo hoy, debido al desgaste personal de sus protagonistas.
La necedad de Nicolás Maduro de rendir lealtad a la palabra de Chávez y ser él mismo quien dirija la revolución bolivariana tras la muerte del comandante, en lugar de fortalecer la presencia de cuadros de relevo, tiene hoy a Venezuela en una de sus mayores crisis políticas desde inicios de este siglo, las guerras judiciales en contra de Lula, Dilma, Cristina Fernández, Pedro Castillo, Evo Morales y Correa, así como los exitosos esfuerzos del aparato mediático internacional para desprestigiarlos han sido veneno para sus procesos nacionales.
Era esta la fórmula seguida en México contra Obrador, pues la derecha y los medios a su servicio no mostraban otro programa político mas allá de la calumnia, la mentira y el ataque directo a López Obrador con la idea en mente de que creando opinión pública desfavorable contra el fundador del movimiento desgastarían al mismo hasta su muerte.
La Respuesta inteligente de Obrador me recuerda dos partes de las últimas palabras de Salvador Allende en 1973, “tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con las armas, ni con la fuerza” y “La historia la hacen los pueblos”. A continuación, enumero algunas de las acciones de López Obrador para proteger al movimiento de la cuarta transformación:
- Rompió el cerco comunicativo de las grandes corporaciones para realizar un ejercicio diario de rendición de cuentas al pueblo y comunicación directa con el mismo
- Fue quien todos los días de su mandato definió la agenda mediática y no se dedicó solo a responder a esta
- Desde la mañanera y con su incansable presencia territorial politizo a un pueblo haciéndole consciente de que su llegada al poder es un logro popular no unipersonal, que este fue “el triunfo del pueblo
- Fortaleció la posición de múltiples aspirantes a la sucesión de manera pública y abierta, y cuya definición se llevaría a cabo por mandato popular (encuesta)
- Aseguró la creación de cuadros políticos jóvenes para sostener la revolución, para llevar a cabo el proceso histórico de la Cuarta Transformación.
- Desenmascaró al poder judicial y a los medios corporativos, cuya alianza perversa sustenta los modernos golpes de Estado basados en el lawfare.
- Se retiró en la cúspide de su poder y popularidad, derribando los mistos de sus aspiraciones dictatoriales (principal perorata de la derecha)
Entregado al pueblo el resguardo efectivo del cambio, involucrándolo más en una democracia participativa y no solo en una democracia electoral de corte liberal occidental, se llevó consigo el único “argumento” de la derecha en contra de la 4T, el “autoritarismo obradorista”.
Cierro mencionando algo que me parece relevante. Dejó también un peligro latente, el creciente conflicto entre algunos personajes cuyo razonamiento responde exclusivamente a la lógica del sistema electoral imperante y buscan eficacia dentro de esta y aquellas bases populares del movimiento que ven la toma de decisiones partidistas muy cerca del pragmatismo y muy lejos del humanismo. Esta última es la tarea de la militancia y la dirigencia actual del movimiento de regeneración nacional, conciliar un movimiento de masas críticas y politizadas con bases izquierdistas y humanistas con un instituto político que debe seguir ganando elecciones para continuar la transformación. Debemos mirar a los partidos de izquierda que nos precedieron, especialmente al PRD pues me atrevería a decir que la fractura del PRD protagonizada por Obrador para fundar morena, no se aleja tanto en términos políticos del surgimiento de la “corriente democrática” al interior del PRI encabezada por Cárdenas.
Que la historia no se repita, cuidemos nuestro partido-movimiento, encontremos el equilibro indispensable entre eficacia e ideología y que siga la transformación.