Por Aldo San Pedro
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La elección presidencial en Estados Unidos siempre tiene un impacto global, y para México, la votación de noviembre de 2024 marca un punto crucial en la relación bilateral. La interdependencia económica, los lazos migratorios y los desafíos de seguridad hacen que los resultados de esta elección sean decisivos para el futuro de ambos países. A medida que Kamala Harris y Donald Trump compiten por la Casa Blanca, las implicaciones para México no son menores. Este análisis busca desmenuzar cómo cada candidato podría afectar áreas clave como el comercio, la migración y la seguridad.
En medio de una intensa polarización política y tras un ciclo electoral marcado por acusaciones de fraude, procesos legales y tensión social, el escenario político estadounidense está más dividido que nunca. Kamala Harris, vicepresidenta en funciones, ha tomado el relevo de Joe Biden en la carrera presidencial por el partido Demócrata. Por otro lado, Donald Trump, quien busca volver al poder tras su mandato de 2017 a 2021, enfrenta no solo a su oponente política, sino a múltiples acusaciones penales que lo han convertido en el primer expresidente en ser condenado por delitos graves.
A tres semanas de la votación, las encuestas muestran una carrera cerrada, con Harris liderando por un estrecho margen en intención de voto, mientras que Trump sigue siendo el favorito en los mercados de predicción. Este ambiente de incertidumbre no solo inquieta a los estadounidenses, sino que también plantea preguntas importantes para México, que ha dependido de una relación estrecha y colaborativa con su vecino del norte.
El Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) es la columna vertebral de las relaciones económicas entre ambos países, y quien gane la elección en 2024 definirá el rumbo de esta alianza comercial. Harris, en caso de triunfar, probablemente mantendría la agenda económica de la administración Biden, enfocada en la protección ambiental y los derechos laborales dentro del marco del T-MEC. Su postura refuerza la idea de cooperación regional, incentivando un comercio sostenible y más inclusivo.
Por otro lado, Trump ha mostrado una tendencia hacia un proteccionismo más radical, con la intención de imponer aranceles a las importaciones, lo que podría perjudicar a las exportaciones mexicanas. Si Trump ganara, México enfrentaría el reto de adaptar su industria a un entorno menos amigable comercialmente, aumentando la presión para diversificar sus mercados.
El tema migratorio ha sido una fuente continua de tensión entre México y Estados Unidos. Aunque es improbable que una reforma migratoria significativa ocurra en el futuro cercano, independientemente del ganador, las diferencias en el enfoque de Harris y Trump son notables. Harris ha abogado por una postura más moderada, con énfasis en abordar las causas fundamentales de la migración mediante programas de cooperación y desarrollo en las comunidades de origen. No obstante, la complejidad política en Estados Unidos podría limitar su capacidad para implementar cambios sustanciales.
En contraste, Trump ha mantenido un discurso más severo sobre la migración, que podría derivar en medidas más duras, como el fortalecimiento del muro fronterizo y mayores deportaciones. De ganar Trump, México se enfrentaría a un endurecimiento de las políticas migratorias, lo que incrementaría la presión sobre nuestro gobierno para encontrar soluciones internas que mitiguen el flujo migratorio.
La seguridad sigue siendo uno de los principales puntos en la agenda bilateral. Ambos candidatos coinciden en la necesidad de enfrentar el narcotráfico, pero sus enfoques son muy distintos. Harris ha mostrado disposición a trabajar en conjunto con México para abordar las causas estructurales de la violencia vinculada al narcotráfico, priorizando el desarrollo regional y la cooperación. Su enfoque se alinea con las políticas del gobierno mexicano, que han buscado atacar el problema desde sus raíces económicas y sociales.
Trump, sin embargo, ha sugerido una política de seguridad más coercitiva, presionando para intensificar sus esfuerzos contra los cárteles. De hecho, en su mandato anterior, llegó a insinuar una posible intervención unilateral si consideraba que México no estaba haciendo lo suficiente.
La posibilidad de una victoria de Kamala Harris abriría una ventana de continuidad en muchas de las políticas actuales, especialmente en términos de cooperación comercial y diplomática. México podría beneficiarse de un enfoque más integrador y progresista en áreas como la energía renovable y la protección de derechos laborales, lo que reforzaría su posición como socio clave en la región.
No obstante, una victoria de Trump tendría un impacto mucho más disruptivo. Su enfoque proteccionista podría erosionar la estabilidad del T-MEC, mientras que su postura intransigente en temas migratorios y de seguridad fronteriza pondría a prueba la capacidad de México para manejar estas tensiones. Además, la incertidumbre que rodea su retorno al poder, sumada a las múltiples investigaciones penales en su contra, genera un ambiente de inestabilidad que podría afectar no solo la relación bilateral, sino también la inversión extranjera en nuestro país.
Dado este panorama, México debe prepararse con estrategias que le permitan adaptarse a cualquier resultado. En el ámbito económico, la diversificación de mercados es fundamental. No podemos depender exclusivamente de la relación comercial con Estados Unidos y debe buscar fortalecer sus vínculos con otras economías, especialmente en Europa y Asia.
Asimismo, invertir en infraestructura es clave para aprovechar las oportunidades del nearshoring. Mejorar las redes de transporte y logística, así como la capacidad energética, nos permitirá posicionarnos como un destino atractivo para la reubicación de cadenas de suministro.
En términos de seguridad y migración, debemos fortalecer la cooperación bilateral, pero también es crucial desarrollar políticas internas que aborden las causas de la migración y la violencia relacionada con el narcotráfico. Esto incluye un mayor énfasis en el desarrollo económico y social en las regiones más afectadas por estos problemas.
Las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2024 son un momento decisivo para la relación con México. La incertidumbre sobre el resultado, sumada a las profundas divisiones políticas en Estados Unidos, exige que estemos preparados para cualquier escenario. Ya sea Harris o Trump quien gane, el país debe adoptar estrategias flexibles que le permitan adaptarse a los cambios en las políticas estadounidenses, mientras protegemos nuestros intereses nacionales.
El futuro de la relación bilateral dependerá de la capacidad de ambos países para mantener un diálogo abierto y constructivo, incluso en tiempos de tensión. Al final, el éxito de México radicará en su habilidad para navegar un panorama político y económico cada vez más complejo, sin perder de vista sus propios objetivos de desarrollo y seguridad.