Por José García Sánchez
X: @Josangasa3
El despido de Ciro, Dresser, Sarmiento, Luis Cárdenas, Aguilar Camín y Jorge G. Castañeda es muestra de la caducidad de una manera de hacer análisis político y el anacronismo de medios que se quedaron sin subsidio. Sus columnistas nunca fueron especialistas en nada pero se decían expertos en todo. Todavía hay algunos que arrastrando el pasado consideran que su palabra es la ley.
Los medios se convirtieron en partidos políticos conservadores, los reporteros y columnistas en activistas primero, y luego en provocadores. Es decir, acaban de manifestarse como agentes activos de un golpe de Estado.
Personajes adheridos a una añeja manera de mostrar la realidad, aunque la percibieran diferente, provenientes de una clase media acomodada, que ya ni sus similares sintonizan. Trabajaron para una clase media desinformada con conocimiento de causa, que producía desinformación para un segmento de la población vulnerable por su falta de preparación, indefensa ante sus mentiras. Desprovista de defensas ideológicas. La fantasía colectiva se les convierte, de pronto, en un cuento para ingenuos.
No son las herramientas de la información lo que exige el pueblo, son sustancia informativa, apegados a la verdad, de la cual estaban muy lejos quienes ponderan las herramientas sobre los contenidos y con ese pretexto manipulan la información.
También se trata de un aviso para los que todavía están instalados en la vieja manera de informar o reflexionar. Con la vetusta frase de que el que paga manda, hay columnistas que se estancaron en sus prácticas, en ellas se reprodujeron y sobresalieron, pero ahora viven en el pasado, siempre adheridos al que más tiene, a los patrocinados, en ese entonces al partido en el poder, o al Presidente.
Los mexicanos han sido testigos de sus mentiras más que de sus virtudes, que escapan de la lógica, del sentido común y de la verdad, a la que asesinaron a cambio de consignas que desgastan al contrincante y favorecen los intereses conservadores.
Ahora, los comentaristas que se autodenominaron líderes de opinión provocan rechazo en la población, han sido desenmascarados y su manera de hacer “periodismo” ha sido descalificada por la historia.
Este despido de esos delincuentes es un aviso a otros como Dóriga, De Maulenón, Alatorre, Micha, Loret, etc. que ya no son costeables para sus medios. Algunos han creado sus propios canales de comunicación, comprando bots para convencer a anunciantes y público de que todavía hay alguien que se acuerda de ellos. Son el pasado que muchos mexicanos quieren olvidar, pero ni perdón ni olvido a quienes vivieron de los impuestos de los mexicanos trabajadores, a través de cheques del IMSS y luego, al llegar 2018, denuncian las fallas del Sector Salud y lo califican como el peor del mundo. Esto merece cárcel.
La conciencia de los mexicanos, sobre todo en las ciudades grandes, descalifica cada palabra de esos rancios comentarios que tienen una intención muy lejana a la de informar con la verdad. Poco a poco las radiodifusoras y la televisión tradicionales se van quedando sin credibilidad, sin público y sin anunciantes.
Algo debe hacerse para desenmascarar a quienes inexplicablemente todavía tienen un público cautivo de sus mentiras. Se valen de ese poco público para anunciar censura cuando en realidad son víctimas de sus excesos. Ya no hay cabida para esa camada de manipuladores a quienes se debe, en gran parte, la crisis económica, política, social y emocional de los mexicanos.
Ahora no sólo quieren seguir protagonizando la narrativa de una historia inexistente, quieren adaptar al país a sus necesidades, como les resulta imposible regresarlo a esos niveles de miseria humana en las urnas, recurren al golpe de Estado que practican diariamente con el pretexto de detener una reforma judicial que es urgente realizar.
La obsesión por arrebatarle la razón al gobierno les obnubila la conciencia y se niegan a sí mismos a ver que dicha reforma terminará por beneficiarlos a los mismos que ahora la rechazan.