La última cena en París

 

Por Christian López

X: @chriz_lopez 


Por mi propia orientación sexual los temas de discriminación y las lgbtfobias me provocan cierta incomodidad, evidentemente una sensación de rechazo, pero también una curiosidad acerca del fenómeno mismo del odio por lo diferente. La Inauguración de los Juegos Olímpicos de París este 2024 desató una serie de pasiones derechistas en contra de la comunidad de la diversidad sexual a causa de la supuesta irrespetuosa alusión a la última cena, esta última en principio es parte de la historia de la cristiandad tanto como de la historia del arte europeo, pues su espacio en el imaginario colectivo del occidente está mas ligado a la interpretación pictórica del relato -sobre todo a la de Leonardo Da Vinci pintada a finales del Siglo XV- que a la versión bíblica del mismo, seguramente jamás leída por la abrumadora mayoría de quienes profesan la fe cristiana en el mundo.

La mitología cristiana, así como la griega, la mexica, la persa y cualquier otra mitología que sustente la religión vigente en algún momento de la humanidad, es un instrumento que, a través de un corpus literario (ya sea oral o escrito) pretende establecer un marco de referencia para el comportamiento humano, la diferencia entre el mito de la caverna y la última cena radica, además de la intención de su enseñanza, sobre todo en el momento y lugar en que ambos mitos fueron escritos. Lo anterior, sin embargo, vuelve posible que estas mitologías puedan ser utilizadas como un instrumento de poder y dominación.

El texto bíblico sobre la última cena habla de Jesús enviando a Pedro y a Juan a preparar la cena siguiendo a un hombre hasta su casa, misma en la que estaría preparando el recinto para tal fin, habla de los apóstoles sentados a la mesa pero jamás del orden exacto en el que estaban dispuestos para cenar  (Lucas 22-14: y cuando llegó la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles), tenemos socialmente, entonces, en la cabeza un relato visual realizado por un artista del renacimiento más que el relato mismo del que esta obra artística abreva para inspirarse.

Lo anterior no lo planteo solo para presumir mi profunda fascinación por las mitologías religiosas y su siempre inspiradora literatura, sino para sustentar una opinión, el odio se alimenta mas de la ignorancia de lo que se defiende que de la sustancia de aquello que se odia. Lo digo además porque el arte suele reinterpretarse, resignificarse y muchas veces inspirar obras posteriores, y la polémica escena de la inauguración de los juegos olímpicos representa mas una reinterpretación de una obra artística renacentista que la ofensa, tacita o explicita, a un mito religioso. La escena también es mucho mas cercana al ritual religioso de las bacanales dionisiacas que a la liturgia cristiana o cualquiera de sus rituales.

El espectáculo artístico parisino no es una versión televisada del rayo homosexualizador que promueva la lgbtización de las infancias, ni una conspiración de la élite lencha del mundo para posicionar una agenda satánica, esa narrativa responde a la profunda ignorancia de la fenomenología de lo humano, aduciendo una “ideología de género” de la que me ocuparé a continuación.

“Conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político, etc».

Así define la real academia de la lengua española de la lengua (a la que parecen admirar tanto) a la palabra ideología. La definición resulta más cercana a lo que varias iglesias y sus huestes plantean como “lo natural”, que a la defensa de los derechos sexuales y reproductivos que se plantea desde el Estado laico y democrático. La biología, la genética y la naturaleza, no responden al capricho de nadie. No existe, ni existirá quien pueda convertir el agua en vino, pero la homosexualidad y bisexualidad sí han podido ser observadas en la naturaleza en al menos 200 especies distintas.

Aunque intenten sostener que lo natural es la sexualidad binaria, esto no revela más que lo ya muy dicho, la ignorancia es temeraria. En la naturaleza, ajena a la ideología de género impuesta a sangre y fuego por el sistema de pensamiento judeo-cristiano, existen seres vivos cuya sexualidad supera, por mucho la simple dualidad; un ejemplo son los hongos mucilaginosos que pueden llegar a tener hasta 500 sexos distintos, o seres para los cuales es necesaria la interacción de tres individuos en pro de lograr la reproducción exitosa; conocemos, también, tipos de anfibios que son capaces de cambiar de sexo a voluntad, ya sea que encuentren a un macho o una hembra en su camino.

Según se ha observado en la naturaleza, distintas especies no solo presentan, sino que consciente la homosexualidad y la bisexualidad entre sus congéneres. Un ejemplo claro son las parejas del mismo sexo entre los pingüinos, que no solo forman parejas monógamas, sino que, a través de la adopción, forman familias homoparentales, que se ocupan desde el cuidado de los huevos, hasta la crianza de los polluelos. Esos individuos homosexuales, no se convirtieron en ello debido a la “propaganda homosexual”, pero tampoco enfrentan una ideología de género religiosa que incite a sus congéneres a asesinarlos, ni golpearlos o excluirlos del grupo.

«Ideología de género», si somos realmente estrictos y medianamente informados, es el conjunto de ideas basadas en la moralidad religiosa judeocristiana que determinan la sexualidad binaria como la única posible, y la familia tradicional como la única válida, pues, como ya dije, esto se basa en un conjunto de ideas, provenientes de un proceso político que decidió –a conveniencia- cuales libros entrarían en ese compilado literario que hoy llamamos Biblia (surgida del concilio de Hipona, en el año 383), supuesta palabra revelada, cuyas hermosas metáforas hacen tierra fértil para enajenar al ignorante, pero también un pretexto para justificar el odio.

Celebremos pues la diversidad humana en todos sus aspectos, aceptemos la diferencia y responsabilicémonos del conocimiento más profundo de aquello que profesamos o defendemos, esto para no ser presas fáciles de los discursos de odio que incitan a un ejercicio de violencia que suele escalar hasta términos extremos. Los juegos olímpicos tienen precisamente entre sus aspectos mas relevantes la posibilidad de hacer converger en un espacio de tierra y tiempo condensados una enorme cantidad de ejemplos de la diversidad humana. Dicho lo anterior, me despido para no alargar esta columna mucho mas de lo que ya me extendí hasta el momento.

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