Por Herlindo Robles
X: @zorvha
La XXIII asamblea del Revolucionario Institucional, ha sido la comidilla de la sociedad y los medios, hasta en entrevistas televisivas; Alejandro Moreno ha sido cuestionado por la modificación estatutaria de su partido, que le permite hasta dos veces la reelección.
Los demás partidos, hacen mutis, ante el suceso, pues es un estándar común entre los dirigentes partidarios esta clase de abusos, aunque se “voló la barda” en esta ocasión el tal Moreno.
Los institutos políticos son jurídicamente una persona moral de interés público, comprometidos en primer grado con el cumplimiento del pacto social integrado en la Constitución General de la República, con el objetivo predominante de promover, impulsar y ejercer la democracia de la ciudadanía y el electorado, formulando una plataforma política sustentada en sus documentos básicos, podría decirse que es el útero donde se debe engendrar la democracia, y dar vida al sistema democrático, siendo estos, entidades formadas por ciudadanos, ello congruencia a lo establecido en el artículo 41 constitucional.
Aunado a que su finalidad preponderante es propiciar el ejercicio del poder público, por parte de los ciudadanos. Contrario a lo anterior, los partidos políticos se han constituido en una franquicia, que cínicamente usufructúan un puñado de abusivos dirigentes con su pandilla.
El más elocuente es Movimiento Ciudadano, seguido tal vez por el Verde, Nueva Alianza, que mantienen un control vertical y burocrático en el gobierno interno de sus instituciones. Así pretendieron nacer a la vida democrática, Fuerza por México o Encuentro Social, sin embargo, la falta de representación y liderazgo los llevó a fenecer, misma suerte le surtió recientemente al de la Revolución Democrática, condenado a desaparecer del mapa político. El panorama democrático que se avizora, derivado del libertinaje ejercido por las cúpulas de poder enquistadas en partidos como lo son Acción Nacional, que a la fecha requieren previo a la admisión de militantes, un adoctrinamiento, que en realidad ninguno de los dirigentes acata, resulta en un fiasco fraudulento, que lastima la vida democrática del país. Pues es bien sabido que se han constituido entes políticos de interés público solo de nombre pues prevalece la protección y promoción de intereses particulares al seno de los partidos políticos en México.
El sistema de partidos debe ser regulado por el Estado mexicano, pues no son estos entes soberanos ni de excepción, máxime tratándose del tema del principio de la democracia que es el sustento del modo de vida a que aspira la nación mexicana, para ello el artículo 26 constitucional, otorga al Estado mexicano la obligación de organizar y planear entre otras la democratización política.
Desde luego que no se vislumbra ni remotamente el cumplimiento de este mandato popular, siendo así que la sociedad se encuentra aislada al acceso a la participación política, pues los partidos políticos mayoritariamente se han convertido en un monopolio del poder político y tiene el ejercicio de la acción en la materia, bajo burdas jugarretas legaloides se apoderan camarillas cuasi delincuenciales, al asalto del poder para usufructo personal, ejemplos todos los que la sociedad conoce.
Así es que la presidenta entrante, estará enfrentando un sistema político partidario, engendrado en un útero abortivo de la democracia participativa. Esperemos que la amplia legitimidad con la que será investida, le permita cumplir con la visión constitucional de lograr un modo de vida efectiva, elevando el nivel democrático en la vida interna de los partidos, pues es de interés público, que sean ejemplo de democracia y logren postular verdaderos perfiles políticos y no los fiascos que llevaron a contender en la pasada elección constitucional, resultando una burla a la inteligencia del electorado, pues al parecer al sentirse perdidos eligieron los peores perfiles para “nadar de muertito”, a pesar de que al parecer uno de los damnificados políticos lo es el inocente Claudito, que se dejó engatusar por la hábil labia de Moreno, y así le fue.
Aunque ello en nada puede resarcir el daño económico resentido por la sociedad mexicana, al erogar sendas cantidades de dinero que en verdad son tiradas a los bolsillos de voraces dirigentes partidarios que juegan a perder, ganando con ello las prerrogativas económicas, que en la realidad deben destinarse a la promoción de la vida democrática.