Por Fadlala Akabani Hneide*
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Durante décadas, el neoliberalismo ha dominado la política económica en México y en muchos otros países alrededor del mundo, guiando las decisiones de gobierno y las estrategias empresariales. Este enfoque promovió la desregulación, la apertura y liberalización del mercado, la reducción del gasto público, la privatización de empresas estatales y la reducción del papel del Estado en la economía.
Por otro lado, ha sido ampliamente debatido y cuestionado por sus impactos negativos en ampliar la brecha de desigualdad económica y social, concentrando la riqueza en pocas manos a través de monopolios y oligopolios. En este contexto, el Presidente de México ha concebido un nuevo paradigma de desarrollo económico en función de la inclusión y la sostenibilidad, al que ha denominado como: “Humanismo Mexicano para una Economía Moral”. Este cambio representa una ruptura significativa con las políticas económicas previas.
El neoliberalismo se consolidó en México durante la década de 1980 bajo el gobierno de Miguel de la Madrid, quien implementó una serie de reformas estructurales destinadas a abrir la economía al comercio internacional y atraer inversiones extranjeras, y se profundizó con la firma del TLCAN en 1994. Si bien estas medidas llevaron a un aumento en la inversión extranjera, el intercambio comercial y el crecimiento de ciertos sectores, también contribuyeron a una mayor desigualdad económica y social en términos de pobreza y falta de oportunidades, así como a la pérdida de empleos y de soberanía nacional en industrias estratégicas.
En contraste, la Economía Moral propuesta por Andrés Manuel López Obrador busca reorientar las políticas económicas hacia el bienestar social y la justicia distributiva. Este enfoque se basa en principios de solidaridad, justicia social y bienestar, reconociendo la responsabilidad del Estado como regulador y promotor del desarrollo económico inclusivo en todos los ámbitos. En lugar de privilegiar la maximización de ganancias para unos pocos, la Economía Moral busca garantizar que todos los mexicanos, particularmente los más vulnerables, tengan acceso a condiciones de vida dignas, incluyendo educación, salud, vivienda y empleo.
En este sentido, el Humanismo Mexicano se ha materializado en una serie de programas sociales destinados a los grupos más desfavorecidos de la sociedad como adultos mayores, madres solteras, jóvenes sin oportunidades educativas y laborales, personas con discapacidad y pueblos originarios. Estos programas incluyen pensiones, becas y apoyos económicos para una distribución más equitativa de la riqueza y el ingreso con el objetivo de reducir la brecha entre ricos y pobres.
Uno de los pilares de la Economía Moral también es el combate a la corrupción y el abuso de poder económico, fenómenos que han socavado la confianza en las instituciones públicas y privadas. La corrupción se ha combatido implementando medidas de austeridad, digitalización de trámites, transparencia y rendición de cuentas en el gobierno, así como investigaciones y procesos judiciales contra funcionarios y empresarios corruptos.
La Economía Moral también implica un cambio en la relación entre el Estado y el sector privado, reconociendo la importancia de ambos en el desarrollo económico del país. Mientras que el neoliberalismo tendía a concentrar la riqueza y el poder en manos de unos pocos, la Economía Moral busca distribuir los beneficios del desarrollo de manera más equitativa y promover la autosuficiencia económica a nivel local. Para tener éxito, la inversión extranjera que llega a México debe procurar una filosofía compatible con la 4T, es decir, alejarse de la depredación de recursos naturales y la pauperización de trabajadores, para acercarse a polos de desarrollo económico integrales que procuran a las comunidades y el medio ambiente que las rodea.
A pesar de las críticas y los desafíos que enfrenta, el cambio de paradigma hacia la Economía Moral representa una oportunidad para construir una sociedad más justa, inclusiva y próspera. Es un esfuerzo nacional por erradicar las profundas desigualdades sociales y económicas. Si bien es necesario superar obstáculos como la resistencia de los sectores conservadores y los intereses creados, la participación del gobierno, sociedad civil e iniciativa privada pueden allanar el camino hacia un nuevo modelo de desarrollo económico basado en valores de solidaridad y justicia social. En este sentido, la transición hacia la Economía Moral no sólo es una cuestión económica, sino también ética, que define el futuro de México.
*Secretario de Desarrollo Económico de la Ciudad de México