Por José García Sánchez
X: @Josangasa3
Norma Piña debe hacerse una pregunta en medio de la barbarie. ¿si hubiera justicia pronta y expedita en México, habría linchamientos?
Los sacerdotes de la CEM tendrían que hacerse una pregunta similar; ¿Si hubiera credibilidad en la Iglesia y sus sacerdotes, habría linchamientos?
El tortuguismo de la justicia en México, las dudas sobre la honorabilidad de los jueces y sus fallos, la fama de corrupción de toda la estructura del Poder Judicial. Los sacerdotes católicos tienen también en sus víctimas, niños de la edad de la víctima, mucho que aclarar y compartir la culpa, el pecado y la complicidad.
En los últimos años el Poder Judicial se volvió destructivo, prohíbe, paraliza, cierra, clausura, cancela. La dictadura del poder Judicial, reprime desde sus tribunales intentando paralizar el país. Nunca una apertura sino todo lo contrario. Se dedicó a hacerle caso a la oposición, incluso llega a soltar delincuentes por dinero, incluyendo miembros del crimen organizado. Ante esta situación se explican, aunque no se justifican, los linchamientos.
Antes de tratar de e encontrar culpables entre los policías que estaban rociados de gasolina, o en el presidente municipal, deben preguntarse jueces y curas las razones verdaderas del linchamiento, que nunca debió suceder.
Desde luego la gente debe confiar en la justicia, el derecho, la legalidad, pero los jueces violentan lo que deben preservar. Los clérigos tienen en los niños a sus víctimas, pero dan el grito en el cielo por los hechos, cuando en el fondo son culpables de delitos similares. En su vocación por la destrucción, el pesimismo, el resentimiento, todo lo castran menos sus patologías.
Detrás de cada linchamiento o intento de esta barbaridad hay un mundo de culpables que siguen impunes. Al mismo tiempo hacen alarde de esa impunidad y son los primeros en criticar los hechos como son ellos como si en el origen de esas conductas no estuviera su propia complicidad.
Desde aquel 24 de noviembre de 2004, cuando en Tláhuac fueron quemados tres policías, confundidos con ladrones, murieron dos de ellos, por las quemaduras y uno quedó vivo pero con secuelas físicas y mentales, se le daba un aviso al Poder Judicial de su urgente necesidad de transformarse.
Los linchamientos ocurren cuando la sociedad que castiga al delincuente no cree en las leyes ni en su administración. Tampoco tiene confianza en los ministros de su fe ni en las autoridades eclesiásticas. Saben de encontrar a los culpables pueden ser sentenciados y luego liberados con dinero comprando un juez o perdonados por un padre confesor ambicioso.
Los agraviados no encuentran una instancia que castigue los crímenes con tanta saña, a pesar de que son los ministros, convertidos ahora en opositores del gobierno quienes cuestionan la inseguridad y específicamente, la muerte de una niña de 8 años en Taxco, Guerrero.
La Conferencia del Episcopado Mexicano que encabeza el sacerdote Rogelio Cabrera López, quien no ha podido regresar a la Iglesia católica la confianza de la población, se mostró indignada por el hecho, a través de su semanario Desde la fe, si realmente influyeran en la conducta de los ciudadanos, éstos no llevarían a cabo ese tipo de actos, ni la muerte de la niña, ni el linchamiento de los culpables. En su actual incursión en la política el artículo se tituló: “Cuántos linchamientos más”. Es decir, lo lamentable para ellos fue la furia de la población expresada en la violencia contra los delincuentes y no el secuestro, tortura y asesinato de la menor. Cómo tomar en cuenta a la Iglesia como referente de la bondad y su influencia en la conducta de la sociedad mexicana.
Legalidad y moral tienen una misma raíz en México, de su desarrollo paralelo en el tiempo da cuenta la historia nacional, y también comulgan en los objetivos, entre los que se encuentran inhibir la maldad, el delito, la agresión al semejante, la violencia contra el prójimo, pero tanto los integrantes del Poder Judicial como el clero están preocupados en alcanzar espacios políticos, en lugar de recuperar la credibilidad perdida de sus instituciones.