Por Herlindo Robles
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La huelga de Río Blanco conjuntamente con la de Cananea, fueron estallidos emanados de la injusticia y explotación obrera que ante el ejemplo de los Mártires de Chicago, en aquel 1 de mayo de 1887, dejaron el sometimiento de los explotadores dueños de las minas.
Así se fermentó el movimiento revolucionario de 1910 en el cual las clases oprimidas, se revelaron contra sus explotadores, como se recuerda, tal movimiento culminó con la promulgación de la Constitución del 17, primera Constitución social en el mundo.
Recordemos que a la par de la promulgación de la Constitución se inició la Revolución socialista en Rusia, en el mes de febrero y continuando fuertemente hasta octubre. Así el año 1917, marca la historia marca el antes y después en estos dos países, en aquel, el triunfo decidido del proletariado hizo posible la construcción de una de las grandes potencias mundiales hasta la fecha, a pesar de la entrega de Mijail Gorbachov, que desmembró la URSS, el Partido Comunista Soviético mantiene su vigencia y poder.
Aquí en México en efecto la masa proletaria entregó su vida por una Constitución social, en la que la justicia fuese el primer objetivo a cumplir. Sin embargo, los revolucionarios fueron desapareciendo y quedaron los políticos, que después se hicieron millonarios y ahora los millonarios quieren ser políticos.
Bueno pues, así las cosas, nunca habrá justicia social en México, pues si bien la Revolución Mexicana, fue un movimiento del pueblo, los únicos que se han beneficiado son los políticos y sus comparsas, a los cuales les han cedido toda la riqueza nacional.
Dos proyectos proletarios con diferentes directrices y sistemas económicos. Sin duda, México es un país bendecido, pues a pesar de los gobiernos rapaces que hemos tenido en el periodo neoliberal, seguimos adelante, y cinco años de gobierno han sido estratégicos para cambiar el rumbo del empobrecimiento al desarrollo social sostenido.
Las luchas obreras mueven aún el corazón de millones de personas, que sostienen la lucha contra las injusticias de la clase privilegiada, que se niega a permitir una jornada de 40 horas de trabajo, o a elevar los salarios equitativamente al alza de precios, o a otorgar vacaciones dignas al personal trabajador a su servicio.
Simulando la relación de trabajo, llamando a los trabajadores pomposamente; asociados o colaboradores. El rebuscado lenguaje de los neoliberales, no les excluye del sentimiento de explotación que les reviste, al negar una calidad de vida más humana a quienes trabajan en sus empresas.
En ese contexto, el impulso del presidente Andrés Manuel López Obrador, a efecto de lograr mejores condiciones de trabajo, es un acto sin precedente, si comparamos a los exquisitos neoliberales que se desgarraban las vestiduras, al otorgar un 4 % de aumento a los salarios, y proponiendo retrocesos a las conquistas obreras en un acto regresivo, como lo fue el limitar el pago de salarios vencidos a un año, para aquellos patrones que burlan el cumplimiento de laudos.
Podemos decir que en efecto con la Cuarta Transformación las mayorías se encuentran representadas y encaminadas al progreso.