Por José García Sánchez
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Los progresistas nunca van a caer en el error de decirles a los de la derecha que sin ganaran las elecciones estaríamos como en Argentina, así como ellos los hacen al decir que si votan por Morena vamos a asemejarnos a Cuba, Nicaragua o Venezuela.
Las circunstancias de Argentina son lamentables, su calidad de vida para la mayoría de los argentinos, es menor que la de los cubanos, los nicaragüenses o venezolanos. Situación que crea Mauricio Macri, que no le permitieron corregir a Alberto Fernández en tan poco tiempo. Herencia al fin y al cabo, de Carlos Saúl Menem y su tristemente célebre ministro de economía Domingo Cavallo, para que aquellos que rechazan explicaciones sobre las causas del pasado de los problemas del presente, en Argentina hay un claro ejemplo del deterioro de una economía que inició a principios de los 90.
Tomar en cuenta la herencia de tantos años de gobierno conservador, repercute en el presente en los países donde los neoliberales cimbraron fuerte la economía. Pero, además, actuaron como si el país fuera de ellos adoptando como enemigos a muerte a los habitantes de bajos recursos.
Las deudas y la dolarización que inicia Menem, repercuten todavía ahora con una inflación del 260 por ciento y una devaluación del 54 por ciento, y seguirá aceleradamente, pero los oligarcas de ese país no tienen razón de preocuparse, que se preocupen los pobres.
Una característica de los neoliberales es su adhesión a la corrupción, muchas de las decisiones y arreglos fueron producto de convenios ilícitos que se acordaron en lo oscurito, y, por si fuera poco, a la llegada del ultraderechista Javier Milei lo empeora. Así, derogó el decreto que prohibía tener familiares directos en el gobierno y colocó a su hermana, Karina, como su segunda de a bordo, es decir, jefa del gabinete. Eliminó nueve ministerios, despidiendo gente sin liquidación.
El peso argentino pasará de 380 por dólar a 600, fue imperdonable lo que los colaboradores del conservador Milei decían a los jóvenes argentinos, quienes fueron embaucados al decirles desde la campaña Milei que el salario en pesos argentinos representaría la misma cantidad en dólares si votaban por Milei, y explicaron que en eso consistía la dolarización que se llevará a cabo en estos días.
Por si fuera poco, el flamante presidente canceló todo contrato de publicidad con los medios por un año y vetó periodistas que no comulgan con sus grandes ideas.
Los pronósticos que la derecha mexicana adjudicaba a un gobierno encabezado por López Obrador, durante su campaña, parecen haberse concretado en la realidad argentina: hambruna, devaluación, inflación, cancelación de libertades, corrupción impune, etc.
Pareciera que estamos escuchando a Loret en la campaña de 2018, pronosticando la suerte de México semanas previas a las elecciones, pero esta vez es real y no adivinanzas mal intencionadas. Y no por eso en México nos vamos a alegrar de la desgracia de los argentinos, aunque los conservadores hubieran saltado de júbilo si esto hubiera sucedido en nuestro país.
Milei requiere urgentemente de un distractor, así que no disparatada la posibilidad de, por lo menos, encarcelar a Alberto Fernández, según puede interpretarse tras su decisión por dejar sin custodia oficial al ex presidente, decreto que había firmado como su última disposición de su mandato ante el peligro que sabe que corre. Con ello quiere tener a la opinión pública argentina de su parte y lo que va a lograr es que la gente empiece a salir a las calles a protestar contra sus disposiciones.
Sabemos que la idiosincrasia en todos los países del mundo es diferente, incluyendo las que cohabitan en un mismo continente; sin embargo, los conservadores, quienes desconocen la historia y consideran que la geografía se reduce a Estados Unidos, siempre han tratado de colocar como sucursal del infierno a algunos países que, tienen un común denominador: no obedecer las órdenes del gobierno de Estados Unidos.
A partir de esa negativa, los medios, por lo regular en manos de la derecha, han colocado un sinnúmero de circunstancias artificiales de miseria y represión en países como Cuba, Nicaragua, Venezuela, entre otros. Y los conservadores acostumbrados a creer, a pie juntillas, como niños, todo lo que dice la televisión como dogma de fe, están convencidos de que en esos países no sólo hay hambre sino que se violan los derechos humanos, lo aseguran como si acabaran de llegar de esas latitudes y tuvieran las pruebas en la mano.
Esto muestra una gran disposición a ser manipulados y una vocación de obediencia. Nadie puede afirmar que el gobierno de un país puede influir tanto en destino de otro como para tener los mismos resultados, por mucho que se parezca su pensamiento político; pero el hábito de acatar es superior a la lógica y el sentido común. Y en el mundo simplista de lo bueno y lo malo, el cielo y el infierno.