Por José García Sánchez
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La práctica política en México quedó estancada desde los años 50, de tal manera que los surgimientos de nuevas tendencias no permeaban en la sociedad como debiera y mucho menos en una clase política dedicada al saqueo.
Las luchas sociales se convirtieron en la única vanguardia política, mientras se captaban las ideas contemporáneas a través del tamiz de una intelectualidad que surgía como producto del desarrollo de la lucha social siempre fue reprimido evitando que no sólo las reivindicaciones populares sino las ideas políticas. Un malestar que afectó a América Latina, grupo de países que se volvió inmune a los retrocesos pero, sobre todo, a aplicar esquemas políticos, dentro o fuera de la oposición, dentro o fuera de los gobiernos, que finalmente afectaron de manera a veces irreversible en regiones como Europa.
Los enredos que teóricos de la política trataron de aplicar en el viejo Continente más por la necesidad de lo novedoso que por el contenido de las nuevas teorías sólo arrojaron el fortalecimiento de la derecha que por ser la fuerza conservadora no sólo se mantuvo en la permanente nostalgia del pasado sino cohesionada a las viejas ideas que prevalecen y que hoy siguen siendo inoperantes y antipopulares, que en estos tiempos son prácticamente sinónimos.
La ola de rechazo a la vacuna contra el Covid, promovida por la ultraderecha en Europa nunca contagió a América Latina. Anteriormente, la influencia de los cabezas rapadas por nazis, o la reminiscencia de los Kuklux Klan, no cruzaron hacia el sur del río Bravo.
De la región latinoamericana el país que más se abrió a Europa culturalmente y se dejó influir por su estilo de vida, sus modas y políticas fue Argentina, a través de una clase social que sostiene que sus raíces son únicamente europeas y que América Latina les quedaba chico para vivir, ahora están en el poder, a pesar de sí misma.
De 2018 a la fecha tanto el líder moral de Morena como el dirigente de ese partido, es estudiado en diferentes países como un fenómeno político conformado por las dos formas tradicionales de una estructura de partido político: partido de cuadros y partido de masas.
La insistencia de calificar como igual al presente del pasado, de crear paralelismos entre ellos políticos en el poder de ahora y los anteriores, de subrayar el origen común en el viejo PRI, no sólo muestra una percepción de la realidad distorsionada sino una interpretación de la realidad política que nunca se alteró sino que siempre fue la misma.
En el movimiento hay diferencias respecto al partido. Uno es el líder que mueve las masas e induce el voto a favor del movimiento y otro es el líder del partido que unifica facciones y da identidad al cuerpo del movimiento.
Ahí existen dos centros equitativos, igualitarios. Uno, el cercano al poder, donde todos son iguales menos el líder, y el resto de la militancia donde todos son iguales sin excepción, incluyendo a los simpatizantes. En ambos círculos debe haber disciplina.
La fracción en los partidos es un mal necesario, imposible de evitar, la insistencia de su unidad, tiende a evitar de la debilidad del líder, que encuentra en la aparente solidez, mantener el poder. Por eso los intentos de algunos por crear un ejército de reserva dentro del partido para sustituir a la camarilla en el poder en el momento menos pensado resulta no sólo obvio sino peligroso. No se trata de una disidencia interna sino de un sabotaje, incluso de un acto de golpismo.
En la encuesta se concursó por la coordinación de la defensa de Morena no con la posibilidad de crear un grupo al interior, como si se tratara de una medalla de plata al segundo lugar. Hay competencias donde no hay segundo lugar. Existe solamente el ganador o la ganadora y los perdedores o perdedoras.
Con la influencia de Ebrard dentro de Morena, éste se convertiría en un partido más sin mayor atractivo que la búsqueda de triunfos electorales.