Por Fadlala Akabani*
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Una de las múltiples especulaciones infundadas que siempre mantuvo el más rancio sector del conservadurismo contra López Obrador antes e incluso tras su llegada a la Presidencia de la República, respecto a que por su origen social-popular, y siendo oriundo de un pequeño pueblo enclavado en medio de la zona pantanosa de la ribera del Río Usumacinta, sería incapaz de representar adecuadamente a México en el escenario internacional, especialmente en contextos donde, según el dogma conservador, es imposible desenvolverse “exitosamente” sin saber inglés. Habría que poner a prueba la definición de éxito de aquellos que entienden la irresponsabilidad de iniciar una guerra estúpida —que actualmente puede provocar una invasión militar— a cambio de unos minutos de aplausos con desdén y condescendencia neocolonial que un patéticamente subordinado Felipe Calderón aceptó con el mismo orgullo que un animal bajo entrenamiento recibe la recompensa por operar un acto que no le es voluntario y del que no tiene ninguna conciencia.
Frente al más caótico devenir de los tiempos de los últimos 100 años, atravesando exitosamente condiciones inéditas, como una pandemia global, la amenaza seria del estallido de la Tercera Guerra Mundial; así como las consecuentes crisis logísticas, energéticas y económicas que se han yuxtapuesto por encima de todos los conflictos locales, López Obrador ha demostrado poseer no sólo capacidad para liderar el rumbo del país en tiempos tan complejos, sino también para reorientar el modelo económico aprovechando esta coyuntura tan especial, pues bien sabido es que mientras algunos derramen lágrimas, siempre habrá quienes les vendan pañuelos.
En este sentido, el gobierno de México mantiene un Diálogo Económico de Alto Nivel con el gobierno de Estados Unidos con el objetivo de atraer inversión (a la frontera común) que esté específicamente orientada hacia la industria de los microprocesadores, pues el liderazgo en diseño y propiedad intelectual en el sector que aún detenta EU se encuentra bajo grave amenaza, pues la expansión de China es, además de tecnológica, también territorial. Dado el consabido objetivo de recuperar la isla de Taiwán; territorio al que la China continental entiende como suyo, resulta clave en el conflicto económico entre ambas potencias, pues además de su ubicación estratégica en el Pacífico, Taiwán es, en la actualidad, ni más ni menos, que el primer productor mundial de semiconductores, recurso imprescindible para el desarrollo de tecnología, un bien que se perfila como indispensable para el desarrollo económico y la seguridad nacional en el siglo XXI. Por lo tanto, esta contienda, que aún se encuentra en la escala económico-diplomática y mantiene altas probabilidades de escalar al ámbito militar, está reconfigurando la dinámica del comercio internacional.
El auge de la globalización llevó paulatinamente a que el grueso de la producción de semiconductores (chips) pasara de estar principalmente ubicado (1990) entre Europa y Estados Unidos, con el 44% y 37%, respectivamente, a concentrarse en Asia, siendo Taiwán, China y Corea del Sur sus principales desarrolladores hacia 2022, con el 80% de la producción. Sin embargo, este modelo se encuentra en pleno retroceso, pues lo que otrora fuera una dinámica de relaciones comerciales globales está siendo reorientada a un modelo de productividad regional.
Por tratarse de un plazo en que se abre la posibilidad de que México atraiga inversión para el establecimiento de una industria cuyo producto resulta esencial para el desarrollo de bienes con mayor valor agregado (como los de la industria automotriz, tecnológica y militar), debemos entender este escenario más allá de una oportunidad económica, pues, además de la atracción de cientos de miles de millones de dólares en inversión y la consiguiente generación de empleos directos e indirectos, representa la singular eventualidad de formación de capital humano altamente especializado, es decir, el mismo factor que durante un periodo de poco más de 30 años (a partir de 1990) permitió a las economías del sudeste asiático posicionarse por encima de economías como la nuestra, en las que durante el mismo periodo de tiempo sólo se decidió implementar de manera dogmática el conjunto de políticas neoliberales que estancaron el crecimiento económico y subsumieron a nuestro país en una espiral incontenible de violencia.
Tanto a nivel personal como colectivo, las oportunidades se convierten en tales si, y sólo si, estamos en capacidad de tomarlas, es decir, de responder en función de las circunstancias; nos corresponde a nivel local la tarea de revisar autocrítica y objetivamente las condiciones que somos capaces de ofrecer para aprovechar el momento. México, desde 2018 y el triunfo electoral de la 4T, se consolida progresivamente como un país estable en lo social, económico y político; además, nuestra ubicación geográfica (un territorio en América del Norte con salida a ambos océanos, Pacífico y Atlántico), que cuenta con el respaldo de una tradición de libre comercio entre los países más grandes, así como una de las industrias automotrices más depuradas a nivel global.
Por si estas condiciones, naturalmente propias de la coyuntura mexicana, fueran pocas; como en no muchas ocasiones, la Cuarta Transformación ha forjado —con base en su actuar— el prestigio de ejercer una política nacionalista, amistosa y abierta a las relaciones de intercambio productivo, bajo un marco de irrestricto respeto por nuestra soberanía. Es así como López Obrador, a base de su férrea obstinación por ubicar al nuestro como uno de los países más importantes del concierto de naciones, ha sabido actuar en favor de una coyuntura que nos ubica en la antesala de recibir una industria que, en términos prácticos, ha duplicado su valor en la última década, al pasar de los 298 mil millones de dólares en 2012 hasta los 574 mil millones de dólares en 2022, de acuerdo con datos de la Asociación de la Industria de Semiconductores de Estados Unidos.
*Secretario de Desarrollo Económico de la Ciudad de México